Peste y nuevo mundo

El coronavirus nos descubrió de cuerpo entero. Ni siquiera los países que cuentan con más avances en el área de la salud han podido salir ilesos. La pandemia no tolera nada. Simplemente está y avanza desafiante restregándonos en la cara que el mundo está agotado y en terapia intensiva. No hay duda de que la humanidad debe replantear su modelo político y económico de forma urgente e inevitable. Hablar de humanidad no es ningún cuento, así como de solidaridad y cooperación efectiva. Esta propuesta viene desde los más distintos actores, como el extremo más liberal norteamericano Henry Kissinger, promotor de la globalización, pasando por el escritor isarelí Yuval Harari hasta la voz del filósofo surcoreano Byung-Chul Han. Otro mundo empieza a emerger.

La transición entre el mundo anterior al coronavirus y su desenlace no será automática, porque las nuevas piezas de este rompecabezas deben irse moldeando en función de las consecuencias de la pandemia en la economía, los sistemas de salud, la tecnología informática, la democracia y los mecanismos de participación ciudadana, la sociedad civil, la seguridad en todos sus matices, las cadenas de abastecimiento alimentario, el rol de la policía y las fuerzas armadas, el accionar de los organismos multilaterales de crédito y las Naciones Unidas. Las transformaciones en cada dimensión tendrán sus propias dinámicas, intensidades y velocidades.

Hay transformaciones que requerirán más tiempo, debido a la voluntad política que deberán demostrarnos los líderes de las economías más grandes del mundo, pues de ellos dependerá el cambio del modelo global, en el sentido de priorizar la cooperación y la complementariedad en el intercambio de productos y servicios, antes que la competencia voraz en la cual, las ballenas se comen a las sardinas todo el tiempo. Sin embargo, si la respuesta de las potencias es muy demorada lo más probable es que haya un conjunto de acciones colectivas donde la gente exprese su inconformidad con escaladas de descontrol y violencia, y hacia allá no queremos llegar.

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