Coherencia y política

En los instantes que vivimos, analistas serios piden dos frentes: atención a la crisis sanitaria y a la economía. Desde luego, es una petición teórica, pues luego de atender y curar la enfermedad hay que buscar los medios para sobrevivir. Todos de acuerdo: unidad, inversiones, búsqueda de empleos, atención a las clases más necesitadas. Mas, se olvidaron de que el mundo no es un paraíso sino un “valle de lágrimas”, vieja sabiduría bíblica. Y lo peor de este mundo, como dice el humorista Jardiel Poncela: “Son los hombres y las mujeres”.

Tales políticos no quieren admitir –tal vez por los votos que pudiesen perder- que los hombres no somos coherentes y los partidos tampoco. A pesar de declaraciones notariales, sí se deben establecer impuestos, pues no queda otro remedio. Si los subsidios a los combustibles solo favorecen a las clases pudientes lo sabio es suprimirlos o focalizarlos, y aceptarlo. Lo inteligente siempre está pendiente, y no siempre es lógico. “Solo el que piensa se contradice”, afirma don Miguel de Unanumo.

Exijamos al político y a los partidos ética, moral, arte, pero no relaciones de coherencia textual, pues siempre también podrá ser verdad la contradicción y la oposición. Desde luego los principios éticos deben ser permanentes. Las crisis de la democracia es no reconocer que el sistema es una aproximación al ideal, no una cosa concreta. Amendola, antiguo político italiano, a veces calificado de cínico, decía: “La política no es un huevo perfecto”.

Sucede igual con el comunismo y el socialismo. Sus doctrinas pretenden ser coherentes (justicia, igualdad, las masas al poder), mas cuando llegan al Gobierno producen los peores resultados: eternización en el poder, países fracasados. Jamás han podido convertir al hombre en unidad invariable. Siempre han buscado acabar con la libertad individual y con la propiedad privada.

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