Son las manos de Dios

Muchas celebraciones practicadas en nuestras comarcas, son patrimonio íntimo de familias y comunidades. Hay acontecimientos fraternales, rescoldos quemantes, recónditos, inseparables, enormemente espirituales y acarreados hasta el osario.

Hay diligencias simples en nuestros pueblos, que apreciadas con detenimiento, son magníficas, como aquella de brindar espontáneamente agua fresca, a hombres y mujeres que remueven los surcos en los que se arrojarán las simientes que serán frutos que calmarán a sus semejantes. Esa feliz entrega sucede en tiempos de siembra, y se repite en las cosechas, épocas en la que se evidencia, que servirse el agua es contentamiento al paladar, después de comer las provisiones de la tierra; entre risas, los comuneros comen tostado, coladas con gajos de res, cuyes o gallinas. Y como si se cumpliera un rito inevitable, recogido en la pintura de un artista costumbrista, son las manos, las humildes manos humanas las autoras del prodigio.

Y son las mismas manos las que se entrevén elaborando la fanesca, mujeres y hombres juntos, niños y viejos juntos, la familia junta, y juntas así mismo, cuando en finados doran el pan en esos hornos calentados con leña. Bendecido pan que en canastas calmará la apetencia de familias y vecinos. La solidaria convivencia de las parentelas llanas, han hermanado a los pueblos, haciéndoles irreductibles como querrían los dictámenes.

El carácter y las manos de los pueblos, se unieron en otra hora y establecieron la minga, instauraron canales de riego, caminos, iglesias, escuelas, casas comunales y otras fortificaciones. En tiempos pasados, fueron las mismas manos las que empuñaron las armas que sellaron nuestras libertades.

En estos días de extrema congoja, cuando asecha en la faz de la tierra ese enemigo invisible con pelaje de peste, miro otra vez aquellas manos, las callosas de los campesinos, las arrugadas de las madres, las de los padres con brío, las de los niños inocentes, todas las manos con urgencia convidando a familiares, comadres y vecinos, agua y alimentos; las he visto, son manos negras, gordas, indias, cholas, francas, todas caritativas tal si fueran las manos de Dios.