La 'clase inútil'

Cuando finalmente se pueda habitar el mundo que gira fuera de nuestro hogar, el reto no será la conservación de empleos, sino la creación de empleos que sean más eficientes que un algoritmo, un robot o un asiático al otro lado del mundo. Incluso allí, en el mundo que se está gestando en medio de la depresión económica y el pánico sanitario, se requerirán destrezas más flexibles y creativas, más cambiantes y elásticas, que aquellas que imparte el sistema educativo ecuatoriano.

Entre tanto, en nuestro país hay niños que deben caminar hasta seis kilómetros para acceder a una computadora con conexión a Internet, y el debate se centra en qué estaciones de radio o TV se difundirán las “clases”.

El historiador y filósofo Yuval Noah Harari, autor del libro ‘21 lecciones para el siglo XXI’, advierte desde mediados de la década, de la creación de una “clase inútil”: un grupo demográfico que no solo vivirá desempleado, sino que se tornaría “inempleable”. Su predicción apuntaba al 2050, pero nadie anticipó que la pandemia empujaría a la humanidad en el tiempo. Las decisiones que se esperaba tomar en los siguientes 5, 10 o 15 años, de pronto se volvieron urgentes y decisivas. Los empleos que se presagiaba se volverían innecesarios, hoy son una realidad. El mundo se enfrenta a un desempleo masivo y a una horda de seres humanos de edad media y avanzada cuyas destrezas no serán aplicables a la demanda de una economía motivada por el miedo, la pobreza y la necesidad de automatización y tecnología.

Si algún día el Ecuador pretende sacar a su población de la pobreza, y no solo permitirle sobrevivir como lo ha hecho por 190 años de vida republicana, deberá educar para el futuro. La del Covid-19 es una oportunidad única para reinventarnos, ojalá que así lo entienda la Educación también.