¿No será hora de declararles personas non gratas?

Cuando gobernó, Rafael Correa criticó los fondos de ahorro, llamándolos despectivamente “fonditos”. El más cuestionado, el Feirep (Fondo de Estabilización, Inversión y Reducción del Endeudamiento Público), que “limitaba todo gasto público, salvo el servicio de deuda”. Su argumento, al eliminar los fondos, fue “hacer obras”. Con sobreprecio, inundadas, inauguradas sin estar listas y con coimas.

En el terremoto de abril de 2016, el país estaba sin dinero. Todo se gastaron. No había ahorro, solo obras mal hechas, elefantes blancos y campañas de imagen. Se aumentó el IVA a los trabajadores. Dinero que fue mal usado por Glas y otros avispados. Lo denunció Lucía Fernández, presidenta de la Cámara de Comercio de Manta y del Comité Cívico que fiscalizó los fondos para reconstruir Manabí: “Se llevaron el 90%. Lo peor es que dicen que los manabitas nos lo hemos robado, casi 3000 millones de dólares”.

En 2020, la pandemia del coronavirus sorprendió al país en crisis económica. Lo peor, el gobierno y el sistema sanitario no estaban preparados (especialmente en Guayaquil), ciudad que, históricamente, es puerta de entrada de productos, pero también de epidemias (la fiebre amarilla del tiempo de Rocafuerte, luego la de Noguchi y ahora, el Covid-19).

Como en otras áreas, el gobierno de Correa también desbarató y centralizó el sistema de salud. Limitó solo a las universidades públicas a ofrecer especializaciones en áreas médicas hoy necesarias (intensivistas, salubristas o epidemiólogos). Además, en 2011, disolvió el Instituto Izquieta Pérez que, creado en Guayaquil en 1941, desarrolló experticia en el área en conflicto: la virología y que, además, producía vacunas.

Mientras el gobierno no resuelve el conflicto generado por la propagación de casos en Guayaquil (con vacías explicaciones de muchos voceros), dimes y diretes entre funcionarios estatales y municipales, la renuncia de una ministra (aún trabaja en el Ministerio, tal vez para que no hable) y la llegada de un sucesor que, por suerte, sabe del tema, formaron un cóctel explosivo.

La raíz del problema no está en la inoperancia del gobierno y el municipio porteño, sino en quién dejó la herencia de un sistema de salud cooptado por muchos burócratas y pocos médicos (recordar quién trajo “médicos sin título” de Cuba y Venezuela y despidió a facultativos que denunciaron carencias en tiempos de RC). ¿No será hora de declarar a Correa, Glas y todos los hampones de la década del terror como personas non gratas para el país?