La fe en tiempos de cólera

Álvaro Leonardo Peña Flores

Para los que tenemos el don de la fe, la crisis presente es sólo un signo que incrementará nuestra confianza en Dios y en pensar que, con convicción y disciplina, saldremos victoriosos. Implacable es la pandemia que ha enseñado muchas cosas que pensábamos que no éramos capaces de hacerlas. Desarrollamos la capacidad de templanza, (virtud cardinal) que nos ha ayudado a tener dominio propio, la fortaleza que es otra virtud se ha forjado con embate, resistencia y resiliencia, la solidaridad puesta de manifiesto como nunca antes, sin dejar de lado la justicia y el amor por nuestros semejantes.

Estamos a una semana de entrar en la nueva normalidad que el Gobierno Nacional ha decretado, y como es propio, esto nos invita a entrar en reflexión y discernimiento de lo ocurrido y a hacer una autoevaluación personal: ¿en qué me ayudó la crisis para crecer y mejorar? No sé si se dieron cuenta, pero el mundo sin nosotros siguió su rumbo. Somos aves de paso, los fuertes y valientes quedaron inermes como quien necesita de todos para poder tan sólo respirar y vivir. Con esto no quiero dar recetas moralistas de responsabilidad y cánones de vida, sino aunar esfuerzos para entrar en la nueva normalidad y prever situaciones similares en la medida como podamos con ayuda de los gobiernos y más entes sociales. Tenemos miedo, y es normal; pero este sentimiento hay que trabajarlo con la gestión eficaz de emociones y con la práctica diaria de la virtudes y buenos hábitos que desarrollamos en tiempos de cólera y que deberían ser permanentes la vida familiar y comunitaria, el trabajo, la fe, el deporte, el ocio y más actividades cotidianas de ahora en adelante, al menos para mí, han cambiado de concepto. Que no se nos los olvide diferenciar lo importante de lo accesorio que es lo único que nos ha mantenido incólumes hasta ahora. (O)

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