Si no encaja, no existe

Nuestro sistema político está construido a partir de la premisa de que la gente es incompetente. En las discusiones de nuestros personajes públicos se alcanza a ver que, más allá de las diferencias de ideología o de personalidad, los une la creencia de que ellos son los llamados a decidir y a hacer en nombre de ese pueblo bueno para nada. Tanto nos hemos dejado convencer de esa falsa premisa que, incluso en el día a día, los ecuatorianos, en nuestros planes y decisiones, presupuestamos, sin evidencia, que el prójimo es ignorante y torcido.

Lo que nadie consigue explicar es cómo, si es que somos tan tontos y tan malos, todavía hay gente en esta tierra. ¿Cómo es posible que un pueblo supuestamente tan incompetente, deshonesto, perezoso e irracional no se haya diluido tras todos estos siglos de interminables crisis?

Quizás, no es que los políticos y estudiosos sean los únicos capaces de ver la realidad y tomar decisiones en un país de tontos, sino que, al revés, la gente del país ha sabido, a lo largo de la historia, ajustar sus prioridades y resolver sus problemas reales de maneras que los políticos y estudiosos no alcanzan a entender ni ver. Lamentablemente, durante muchas generaciones, los líderes han intentado diseñar y reformar tercamente a Ecuador para que calce a toda costa en libros de texto y marcos teóricos elaborados en otras épocas y en otros lugares; semejante esfuerzo, tan tozudo como estéril, conduce inevitablemente al descorazonamiento de la clase tutelar y a la falsa creencia de que el ecuatoriano es tonto solo porque no encaja en la teoría.

Los grandes proyectos en tiempos de prosperidad se llevan a cabo a través de las sofisticadas consideraciones macro. En cambio, en tiempos de verdadera crisis, las soluciones suelen llegar de decisiones micro tomadas por la gente común y corriente, que siempre es menos tonta de lo que se cree. Políticos, empresarios y estudiosos llevan semanas debatiendo desde epidemiología hasta política tributaria; mientras, el ciudadano común ha empezado desde hace rato, de forma admirable, a encontrar soluciones. Pero, eso sí, podremos estar seguros de que a mediano plazo no faltarán teóricos pomposos que expliquen cómo fue que los ecuatorianos salimos de la crisis.