Ser digital

Así tituló Nichollas Negroponte a una obra fundacional acerca de la evolución y adaptación de los medios de comunicación en el entorno de la cibercultura y la vida digital, algo que solo se veía de manera apocalíptica con ‘Black Mirror’.

Hoy somos digitales a la fuerza, no de manera opcional o con la alternativa de la desconexión, pues ahora quien no está en línea no se entera, no aprende, no se integra, no es.

Ser digital es una finalidad, y ¿luego? ¿Mientras tanto no somos o no queremos? Es importante que la ola de digitalización no sea comprendida como una obligación sino como una opción destinada a la ubicuidad, a mejorar los tiempos y rutinas de producción, así como comprender que no todo tiene que llevar esa etiqueta.

Ser digital es una opción complementaria, no una obligación. Se lo tiene que pensar como un proceso, no como una imposición. Esto suena ideal en tiempos de libre circulación y trabajo a futuro, con proyecciones y no con limitaciones, con restricciones de movilidad y conectividad.

Por más que llevamos casi dos décadas evangelizando, difundiendo y mostrando las bondades de la comunicación, la cultura, la economía y la sociedad en red, muchos líderes educativos, políticos, ambientales, sociales y religiosos vieron en eso al enemigo en común que llevaría a la familia, a la escuela, al gobierno y a los fieles a la perdición.

Cuántas veces criticaron, cuestionaron y pidieron no estar tantas horas frente a la pantalla en juegos y plataformas de comunicación. Ahora son los mismos que exigen más horas frente a las pantallas y con respuesta inmediata.

Ser digitales mostrará cómo evolucionamos en procesos integrales y lógicos, no en saltos evolutivos. Sin saber caminar, pero con todo el tiempo para aprender, ahora nuestras sociedades quieren volar porque todos lo hacen. Si nos saltamos fases, tarde o temprano el sistema colapsará.

Ser digitales es una necesidad, pero tiene que ser un requisito para saltar a otra fase, la de volver a lo presencial con apoyo digital.

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