Crisis mediática

La pandemia trajo consigo muchas crisis en todos los sectores. En lo mediático, desde más de sesenta días, nos enfrentarnos a la pobreza de contenidos documentales, de ficción e incluso informativos.

Los medios de comunicación, principalmente los audiovisuales, desnudaron sus contenidos y asistimos al desmoronamiento de un negocio artesanal que nunca comprendió lo que significaba la digitalización, no solo como plataforma sino como estrategia de generación, difusión y posicionamiento de contenidos.

Desde el año 2000, que iniciamos con las ediciones web de los periódicos impresos, el vertiginoso cambio mediático no se ha producido en el país: la convergencia fue solo una reorganización de personal para seguir haciendo lo mismo, cuando la lógica de consumo y recepción es diferente.

¿Dónde están los usuarios de los medios? En todas las plataformas, solo que hay que conocerlos bien y posicionar los contenidos que pueden funcionar con ciertos grupos sociales, étnicos, culturales, dependiendo de su geografía y usos.

En los medios de comunicación nacionales no hay sabor, color ni olor a región ni a ciudad. La diversidad cultural no solo se expresa por el espacio multicultural que nunca asumió a la cultura como algo vivo y transversal, sino como un folclorismo de anuncio turístico.

De igual manera, los medios se quedaron haciendo telenovelas que hoy no funcionan, y hasta han tenido que cerrar estudios y acabar con las pocas y pobres producciones, como si no existieran productores audiovisuales que tienen contenidos de ficción, educativos y documentales, propicios para esta emergencia.

La crisis no es solo económica en los medios, y no se soluciona cancelando contratos de seres humanos, es de organización de su lógica de negocio frente a la revolución de las comunicaciones y de qué quieren narrar y para quiénes, porque en sus noticieros no hay país, como dice Jesús Martín-Barbero, mucho menos en sus contenidos de ficción, documentales y de entretenimiento.