Estamos solos

A estas alturas ya la mayoría de los ecuatorianos ha entendido que seguimos estando solos frente a los estragos del coronavirus.

Estuvimos solos cuando el virus enfermó y mató a miles de personas y seguimos estando solos ahora que llega la hora de enfrentarse a las graves consecuencias económicas y sociales que nos deja la pandemia.

El Estado no estuvo a la altura de la situación y lejos de ayudar, más bien ha confundido con información ambigua y poco asertiva sobre los reales problemas y los datos de las muertes provocadas por el Covid-19, además, tomando decisiones y medidas económicas que solo terminaron exasperando a la población, que además del virus tuvo que lidiar con despidos, impuestos y nada de ayuda.

Es así que la reactivación económica queda toda, una vez más, sobre nuestros hombros. A nosotros nos tocará salir adelante buscando nuevos trabajos y nuevas oportunidades; a nosotros nos tocará llegar a fin de mes con ingresos mermados o, peor aún, sin ingresos por haber sido despedidos después de muchos años de trabajo y, a lo mejor, con liquidaciones de miseria, pues dijeron que solo se trataba de buscar y encontrar acuerdos entre trabajador y patrono. Así de sencillo era.

Estamos solos mientras otros han hecho de las suyas y han ganado plata gracias a sobreprecios y robos descarados a costa de los que sufren. El gobierno, que ha dicho que lucha en contra de la corrupción ‘del otro’, ha sido incapaz de inhibir la corrupción dentro del aparato público justo en el momento más álgido de la historia ecuatoriana reciente. Como siempre, a pesar de prometer que habrá consecuencias, caiga quien caiga, todos se la pasan gateando; así que tranquilos, nadie cae ni tampoco van a llegar a las últimas consecuencias, pues ni las primeritas se dan dentro de una justicia que da muestras, en muchos casos, de perseguir fines políticos antes que la legalidad.

Estamos solos y nos duele. Estamos solos y entregados a la inoperancia gubernamental que todavía nos echará un año más de “diálogo“ y de “lucha contra la corrupción” siempre y cuando, claro está, no se trate de la suya.