La Pandecorrupción

La traumática cuarentena descrita por José Saramago en su novela psicológica ‘Ensayo sobre la ceguera’ se inspiró en un compromiso social: criticar a una sociedad podrida. Elevó su imaginación para narrar una pandemia, producto del contagio masivo de una enfermedad, más que física, moral y psicológica, la falta de visión, que recluyó a toda la población. La calificó como la “ardiente oscuridad” o “ceguera blanca” que alteró todos los ámbitos de la vida diaria y un gobierno con acciones “represivas e ineptas”.

En el Ecuador, la pandemia, es una pandecorrupción desatada con cegueras que producen sismas. En educación, la disminución presupuestaria condujo a manifestaciones justas, pero imprudentes y peligrosas, desaparición de programas y descomposición administrativa.

Renunció un Viceministro por “discrepancias”: falta de recursos y ausencia de liderazgo, fuerte, firme y sereno; además de otras decisiones oscuras que se están develando.

La defunción de del Bachillerato Internacional, hasta recién emblemático, criticado desde esta misma columna (2018), es un tema clave. Hubo fortalezas y debilidades, reconocidas por sus propios actores.

Se afirma que mayor fue el costo que los resultados; respuesta simple que no incluye el lado humano, frustración y confusión en jóvenes y familias, mutilación de esperanzas.

Aseguro que hubo cambios evidentes. Se dio sentido social a la educación. Estudiantes educando a poblaciones vulnerables, adecentando aulas, atendiendo a adultos mayores, abriendo surcos para llevar agua a lugares distantes; pero un programa con enormes errores: costo adicional para padres, bajos niveles de inglés, falta de laboratorios, ofrecimiento de becas.

Pudo haber sido ser el camino hacia un nuevo modelo radical e incluyente, o una utopía, por lo de Saramago: “creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que viendo no ven”.

Señora Ministra, no a la ceguera, peor al silencio.