Las siete plagas

A diferencia del Faraón que, en el antiguo Egipto, recibió la visita de Moisés, quién le anunció que siete plagas asolarían su tierra; nosotros, aquí en el Ecuador, no hemos recibido la visita de ningún Moisés ni mensajero alguno que nos previniera de las plagas que, ahora mismo, nos está destruyendo.

Por supuesto, la primera plaga que podemos vislumbrar es la crisis sanitaria que lleva por nombre Covis 19. El costo en vidas y en recursos económicos es inconmensurable; y por lo que se sospecha, seguiremos pagando la factura por mucho tiempo más.

La segunda plaga es la que ha afectado nuestra economía. Siempre supimos que el Ecuador era y es, un país pobre y que debíamos vivir de acuerdo a nuestras posibilidades; pero, cuando la suerte nos sonrió y el precio del barril de petróleo se disparó a más de 120 dólares, el gobernante de turno dilapidó esos fondos y no contento con ello, gastó hasta los pocos ahorros que el país tenía y ahora que cayó el precio del barril de petróleo no tenemos reservas, perdimos los ahorros y ahora vivimos de préstamos que algún día debemos pagar. La mesa servida se transformó en el hambre servido.

La tercera plaga es la corrupción rampante y escandalosa que nos demuestra que los valores de honradez, honestidad, solidaridad y servicios han quedado olvidados en algún lugar de nuestra historia, porque ahora en el presente no están. Gobernantes, autoridades, jueces, asambleístas, comerciantes, políticos y hasta guardias y porteros asaltan los fondos públicos, y cuando se los acusa no encuentran otra manera de defenderse que declarándose perseguidos políticos.

La cuarta plaga es el deslizamiento de tierras en las cercanías de la central hidroeléctrica de Coca Codo Sinclair. Ese fenómeno natural ha puesto en peligro los oleoductos por donde se transporta el petróleo ecuatoriano desde el Oriente hasta Esmeraldas, la propia central hidroeléctrica y ya ha destruido la cascada de San Rafael, una de las maravillas naturales que tenía el Ecuador. Lo grave es que, siendo acelerado este proceso, queda muy poco tiempo para intentar una respuesta que impida que la central que abastece del 15 % de la energía que requiere el país deje de funcionar o desaparezca.

La quinta plaga también tiene que ver con la naturaleza. El volcán Sangay que, desde hace algo más de un año, está en un proceso de erupción, ha lanzado una inmensa cantidad de lava y ceniza que, gracias a los vientos, ha llegado a cubrir los cultivos agrícolas de las provincias de Chimborazo, Guayas y Los Ríos. Esos campos cubrían las necesidades de alimentos de nuestra población.

La sexta plaga aún no ha llegado, pero está muy cerca, en las puertas de la vida política del Ecuador. Se llama “campaña electoral”. Será el escenario adecuado para que los ecuatorianos dejemos escapar la “bilis” acumulada y la violencia, que no la inteligencia y la razón, será la tónica de esta lucha.

Y la séptima plaga, la más devastadora, la más destructiva, viene de la mano de las otras, es el retroceso en la educación que ha sufrido nuestra patria. Si bien, ahora usamos la tecnología para suplir la presencia de los educandos, sus resultados no han sido bien analizados. Miles y miles de estudiantes no tienen acceso a la tecnología y por ende a la educación. Los que pueden hacerlo no saben usarla en su real dimensión y los resultados, seguramente, no serán satisfactorios.

Sin educación, sin salud, sin defensa, sin dinero, sin razonamiento, sin electricidad, sin gobierno, sin… sin…, el panorama para el Ecuador no es halagüeño.