Forúnculo doloroso e infeccioso

El país sufre como un forúnculo doloroso y pernicioso, con muchas bocas, que contaminan con su pestilencia y purulencia asqueante, con infinidad de brazos delincuenciales. Este forúnculo es un condensado de las mafias que manejan y han manejado con sobre precios las adquisiciones millonarias para los hospitales y otras instituciones públicas.

Se habla de una atmósfera cargada de insolencia, con espíritus malignos de mentes perversas que pisotean las leyes y se burlan de la justicia, llegando al sarcasmo de seducir con el dinero a jueces y fiscales, catapultándolos hacia oscuros senderos de criminalidad, primero borrándoles su dignidad, si la tuvieran, para luego al son de la avaricia, hacerlos caer en un foso de estiércol, rindiendo homenaje a la corrupción.

El estado y los gobiernos se han estremecido vapuleados en varios frentes, por las alianzas de funcionarios públicos y ambiciosos criminales arquitectos del delito.

Muchos ya han sido identificados con nombres y apellidos pero se defienden a “capa y espada” jactándose de sus millones para romper los muros de la moral y la justicia, porque nunca conocieron lo que es la dignidad, la que engloba intrínsecamente un valor de nobleza e irradia por la práctica de una conducta que transita de manera ejemplar, por el camino del bien, con seriedad y responsabilidad hacia los demás y al mismo tiempo el galardón de ganarse el respeto de los congéneres.

Considero que las investigaciones y difusión de esta gama interminable de delitos, son dignas de resaltar por su valor y la responsabilidad desarrollada por los medios de comunicación y el periodismo en general, como un imperativo categórico de un reconocimiento nacional al deber cumplido.

Se ha ratificado que esta pandemia de inmoralidad se institucionalizó desde la dictadura correista y que los tentáculos del pulpo Mendoza podrían haber contaminado a un alto porcentaje de honorables asambleístas.

Carlos Concha Jijón