Reducir la velocidad es como ponerse un tapabocas.

Juan Pablo Díaz

El control de velocidad en la ciudad tiene muchos detractores, pues, cuando una medida de control de tráfico tiene como fin únicamente el recaudatorio, pierde toda legitimidad. Sin embargo es claro que gran número de ciudadanos están conscientes de la necesidad de controlar la velocidad de los vehículos motorizados.

En tiempos de pandemia, un herido grave por accidente de tráfico es un paciente que posiblemente no podrá ser atendido en una unidad de cuidados intensivos, si así lo requiere.

Hay varias medidas técnicas para reducir accidentes de tránsito en tiempos de COVID19, pero una de ellas y posiblemente el de menor costo y de las más efectivas, es la delimitación de Zonas 30, que no es más que señalizar áreas de la ciudad de alto tráfico peatonal y acoplar infraestructura para que los automóviles no puedan superar una velocidad de 30km/h, ¿por qué esta velocidad?, porque a partir de los 30km/h el riesgo de que se produzca un accidente y que éste tenga consecuencias graves o mortales crece exponencialmente. Estas zonas también permiten la circulación compartida de bicicletas y automóviles sin construcción de ciclovías segregadas adicionales.

Al restablecerse las actividades de la ciudad, parece que se están restableciendo también los siniestros de tráfico, esto se evidencia en las noticias de los últimos días. Entonces reflexionemos, si ya no hay espacio para enfermos de COVID19 en los hospitales ¿qué vamos a hacer con las víctimas graves de accidentes de tránsito?.

Si queremos ayudar a los médicos que se arriesgan todos los días y al sistema de salud que ya está colapsado, pues básicamente manejar despacio equivale a usar mascarilla, lavarse las manos y no salir de casa, todo junto.

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