Al morir nada se lleva

El debut de Carlos Luis Morales en el fútbol, fue en la ciudad de Quevedo. Desde ese momento y tras once años en el Barcelona, en dos períodos distintos, este exfutbolista fue un reconocido arquero, ídolo del equipo canario, artífice y parte de cuatro títulos nacionales (1985, 1987, 1989 y 1991). Uno abre revistas, libros o recortes de diarios, todos añejos y revisa la historia del futbol, siendo Morales parte del club porteño, aquí él tiene un lugar guardado en la historia de este club guayaquileño. Recordar la atajada a José Serrizuela y su celebración con el buzo multicolor.

Para finalmente recoger la pelota estrellada en el palo horizontal, tras ser impactada por Jorge Da Silva. Yo prefiero guardar la imagen del Morales futbolista, sí de ésta que estoy descubriendo. Pues la otra parte que se conoce, la del presentador de noticias, quien aducía que un sueldo de 10.000 dólares era insuficiente para mantener a su familia. Luego vino la etapa de político.

Él nunca fue realmente un prolijo orador y movilizador de masas, vivió de su popularidad y los partidos políticos que auspiciaron sus múltiples candidaturas se sirvieron de eso, su popularidad y carisma y se sirvieron además para acaparar espacio público y poder. Carlos Luis Morales denostaba en contra del “modelo exitoso” del socialcristalismo que maneja Guayaquil. Soslayaba la poca inversión en educación, en la mala calidad del agua potable.

Alabó a la “revolución ciudadana” como parte de un plan para el desarrollo local y nacional. Años después, se candidatiza a prefecto del Guayas por el partido que él en su momento fustigó y señaló que estuvo equivocado al criticar la obra socialcristiana. Lo que destruyó la imagen de Morales (y a él mismo) fueron sus decisiones.

Los camisetazos, las críticas con tal de ocupar un espacio en el sector público, así es la política de nuestro querido país. Y hay más, fíjense ustedes que aquellos que alguna vez fueron criticados abrieron sus brazos para postularlo como candidato a prefecto.

No hay claridad, no existe rectitud ni honorabilidad entre nuestros políticos. Este triste final de Morales, morir sin alcanzar a defenderse en un juicio, sea una oportunidad para reflexionar, primero, sobre la política de nuestro país, y segundo que, si alguien desea ser político, debe desarrollar sus funciones con ética y una enorme responsabilidad. Servir para no servirse. Me quedo con la imagen del prolijo arquero, más no con la de político. Paz en su tumba.

Luis Coello Kuon Yeng.

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