La pequeña prensa grande

La periodista Bari Weiss ha renunciado a su trabajo en The New York Times porque en ese famoso diario la atmósfera se ha vuelto ‘intolerante’, existe un ambiente de inquina y ataque a todos los redactores que no comparten los criterios de avanzada de quienes allí mandan. Ella, hasta ayer Editora de Opinión, había llegado con el anhelo de dar voz y espacio a los escritores de línea diferente a la oficial del medio: conservadores o de centro. Recuerda que otro directivo renunció hace pocos meses por haberse atrevido a publicar una columna de un senador republicano. Cuenta la periodista que dentro del diario le han tildado de ‘racista’ y de ‘nazi’, siendo ella judía. Le han acusado de ‘mentirosa’ y de “fanática” pero nunca ha habido un proceso para defenderla y mantener a rajatabla el derecho a opinar.

Textualmente Weiss afirma que «ha surgido un nuevo consenso en la prensa, pero quizás especialmente en este periódico: que la verdad no es un proceso de descubrimiento colectivo, sino una ortodoxia ya conocida por unos pocos iluminados cuyo trabajo es informar a todos los demás».

Se suele identificar a la derecha, extrema o moderada, con el prurito de censurar el pensamiento ajeno; allí radica la intolerancia, en ese ámbito se queman libros y se prohíben ideas; vemos que hoy en día, medios de cobertura mundial, famosos y aparentemente rectilíneos, caen en lo mismo, pero se declaran progresistas. Si el columnista no se adapta a lo “políticamente correcto” puede despedirse de su puesto u olvidarse de adelantar en su trabajo.

Para mayor vergüenza otro columnista ha respondido a Weiss con amenazas y la promesa de que su vida va a volverse muy difícil, con lo cual le da la razón, le ahorra argumentos.

En nuestro medio no solo los progresistas sino personas más bien centristas y bien centradas leen con fruición The New York Times pero ignoran que allí las noticias y los comentarios “son cosas efímeras moldeadas para ajustarse a las necesidades de una narración predeterminada”, en frase de Weiss.

¡Qué pequeña es esa gran prensa, qué mezquina y vil!

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