Álvaro Leonardo Peña Flores
La cuarentena es el experimento social más grande que ha ocurrido en la historia de la humanidad. Y digo experimento porque, de esta situación han surgido muchos estudios psicosociales que demuestran el impacto y las consecuencias que tuvo para nuestra salud mental, en las diferentes circunstancias en que se las vivió. No fue lo mismo hacer cuarentena en una casita de 25 metros cuadrados con muchas precariedades; en una mansión con todas las comodidades o en un hospital, confinado y tratando de salvar vidas. En los maestros, la pandemia, demostró que tan convencidos están de su vocación; en los estudiantes, que tan importante ha sido convivir en una aula de clases y compartir con sus compañeros; en las familias, cuán importante ha sido el fomentar y vivir los valores entre padres e hijos; en los amigos, ahora sí se pudo determinar quien fue un verdadero amigo; y en los profesionales, específicamente los de la salud, la pandemia, fue el mejor escenario para poder cumplir a cabalidad el juramento hipocrático.
Estudios afirman que los efectos pos pandemia serán letales para quienes no tengan una eficaz gestión de emociones, además de que serán silenciosos, sin darnos cuenta surgirán y harán lo suyo. Muchos son los traumas que sufrirá el personal médico que estuvo en primera fila atendiendo la crisis, viendo gente morir sin poder hacer nada y en muchos casos eligiendo a quien salvar. Es urgente que exista un plan de acción por parte de las autoridades que contrarreste estos efectos que pueden ser devastadores, ya que incurrirían a la depresión, incremento de la violencia intra y extrafamiliar, inclusive al suicidio; además de incrementar la brecha social y económica que ahora mismo ya está surtiendo efecto de forma abrupta.