Más Bielsas

El fútbol ecuatoriano está herido en su honor: el hijo del gran Johan Cruyff se fue. Y esa fue su única referencia real, haber sido hijo de un caballero en la cancha. Pero méritos propios, los conocemos ahora: avivato que medró y se fue, con el pretexto del Covid-19.

El fútbol argentino le ganó la batalla una vez más al inglés. Un técnico argentino, que por más de 15 años no había ganado un campeonato, logró que el Leeds subiera de categoría. Un triunfo más frente a la ignominia que pasaron los gauchos en las Malvinas.

¿Qué relación tienen ambos entrenadores y por qué tratarlos ahora? Nada más simple, porque el fútbol refleja mucho de lo que somos como sociedad, en sus equipos y en sus hinchadas, y mucho más si es la selección nacional.

Si la selección nacional es, para una buena parte de la sociedad, el ejemplo de cómo debería funcionar la sociedad, pues es muy cierto que estamos retratados: sin rumbo, sin proyecto y sin herramientas, pero inundada de sabios, opinadores y críticos que lo que menos hacen es dar soluciones; tan solo análisis que engordan sus egos.

La actitud de Cruyff es la de un filibustero; fue como un Prometeo más de Senescyt, que vino, medró y se fue. No dejó escuela, no hizo academia, no trabajó, no investigó, no propuso pedagogía, en fin, hizo un buen paseo que engordó su CV y su billetera.

La actitud de Bielsa es la de un educador. Bielsa tiene la tozudez monotemática del artista, del analista y estudioso de su ámbito, por ello, puede dar sus criterios sobre política y educación, debido a que sus reflexiones tienen relación con todo y sirven para analizar, crear y ejecutar soluciones para su trabajo.

Vivimos entre muchos Bielsas, que saben, trabajan y le apuestan tozudamente a un proyecto de largo aliento, como es la educación. Pero los Cruyffs son los que más éxito tienen, porque son imagen, son nombre rimbombante, sin esa tozudez que da la sabiduría, sin ese talante de poder conversar más allá de una sola cosa.

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