No es una opción, es un deber

La solidaridad se impone de manera permanente en estos tiempos de Covid-19, no es una opción, es un deber, es algo que debemos poner en práctica una y otra vez, sin desmayo ni cansancio, porque a esta pandemia hay que superarla de manera colectiva.

La decisión es personal pero tiene un impacto en la comunidad, una que se ha visto afectada de mil maneras pero en la que la pérdida del empleo tiene un rol fundamental, en una sociedad que ya sufría por la carencia de empleos suficientes o de estímulos para el emprendimiento, para la generación de pequeños, medianos y grandes negocios que se conviertan en el dínamo de una sociedad que requiere encontrar la manera de salir adelante.

La solidaridad se puede ejercitar de diversas maneras, desde la provisión de kits de alimentos, de ropa, de artículos de limpieza, de medicinas, hasta la posibilidad de las compras que se hacen a los vecinos, a los emprendedores que deciden elaborar cosas en su hogar, que pueden satisfacer las necesidades de los otros.

La solidaridad se demuestra en no incrementar los precios de los artículos que se venden en los supermercados y en las tiendas, aprovechándose de los usuarios.

La solidaridad se manifiesta en no abusar de los escasos clientes que se aventuran a salir y a comer en restaurantes, y que se sienten víctimas de un asalto a sus bolsillos.

También se pone a prueba en el respeto a las leyes, las que marcan los toques de queda, el distanciamiento social, el uso de las mascarillas, el lavado de manos, el cambio de ropa para no poner en riesgo a la propia familia y a los allegados o compañeros de trabajo.

Esa solidaridad se puede evidenciar en las colectas de asociaciones y grupos de amigos, que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte para las personas que lo necesitan.

También y por supuesto, la solidaridad es no abusar de los otros, no violar la ley, no robar en las contrataciones públicas, no cobrar sobreprecios ni abusar de la buena fe de los otros.