Buscando al nuevo Presidente

La reflexión personal conlleva a la asociación de ideas que prevalidas del gran problema socio económico político y moral que confronta al país por el deterioro de credibilidad y confianza lo suma en un sinfín de interrogantes difíciles de alivianar la realidad de nuestro país: la migración campesina, la ciudad y el cinturón de miseria, situaciones de desempleo y subempleo, forma facilista de subsistencia como el reparto de bonos que lo que hace es agrandar la pobreza y deteriorar la imagen de nuestros conciudadanos, rechazo al trabajo convencional, presión de los familiares a los niños a pedir limosna, apropiación de espacios para mendigar y escarbar en deshechos, solicitar limosna, agresión por no conseguir el dinero esperado, reacciones de los niños y jóvenes frente al castigo, formación de minipandillas de niñez y juventud.

Paulo Freire expresa: “En momentos históricos como los que vivimos hoy en el país y fuera de él, es la realidad misma la que grita… cómo hacer concreto lo inédito viable», que nos exige que luchemos por un mejor país.

Al aproximarse la contienda electoral se escucha y observa como siempre el divisionismo de los ecuatorianos que no conciben a ciencia cierta lo que vive el país y cómo debemos lograr el cambio; la divergencia de partidos motiva el verdadero festín para alardear con propagandas y quién da más es el Estado para el reparto propagandístico; el que no tiene dinero no puede terciar; existe mucho divisionismo y no conduce a nada sino al mal reparto que sale luego a flote con coimas, negociados, testaferros y oportunistas.

En esta ocasión debe liderar el país no el grosero que más grita, que insulta y esconde el maltrato a quienes trabajan para él mientras incrementa a la fuerza lo que nunca soñó tener.

El líder de nuestro país que deberá ser llamado Señor Presidente Constitucional de la República y no solo Presidente como se abusa con el léxico irrespetuoso y confianzudo, debe ser un Señor, un caballero que luzca y vista como tal, «el hábito sí hace al monje» según lo que represente.

La expresión oral debe ser fluida, desenvuelta y elegante, debe ser un orador con distinción, sin improperios ni desajustes que denoten el ridículo mundo de donde viene.

El lenguaje distinguido enaltece la imagen y el respeto, de allí que cualquiera no puede representarnos como soberano ni que lleve el látigo en la mano. Tener el vasto conocimiento de lo que es la administración pública, para que pueda planificar, organizar y administrar, concebir que tiene que rodearse de gente docta y con elevada ética y moral,; el lenguaje burdo y grotesco no podemos aceptarlo. El Presidente de los ecuatorianos será el mejor de este conglomerado que anhela el cambio y la credibilidad en nuestro país.

María Luisa Gómez de la Torre Gómez