Sin abrazos

Se volvió costumbre en nuestro medio saludar o despedirse, efusivamente, con un abrazo y hasta con beso en la mejilla, entre hombres y mujeres, como muestra de amistad, cercanía o aprecio.

Entre los latinos no es novedad lo indicado, que responde a sinceras manifestaciones de su forma de ser, abierta, espontánea, calurosa, diferente a las calmas y hasta apáticas de otra cultura que ha sido calificada de indiferente, fría, flemática, en razón de que confunde, no valora en su real y esencial significado estas expresiones alegres, cordiales, motivadoras, que consolidan amistades y acercan lejanías.

En Hawái, agraciadas y jóvenes nativas, portadoras del encanto de las islas tropicales, reciben y despiden al viajero con una guirnalda de flores, a la vez que pronuncian la palabra mágica ‘aloha’ (bienvenida o adiós, afecto, generosidad, aliento de vida). Es el inicio o la invitación para encuentros donde no falta el estrecho abrazo que contagia jovialidad, emociones intensas, como aquellas que perduran desde esas noches que se encienden por los bailes exóticos, movidos, cautivantes, alumbrados por fogatas, hospitalidad y aliento de tambores.

El coronavirus ha dejado al mundo sin abrazos. De ahora en adelante, se acrecentarán los distanciamientos: no es para menos, en vista de que los epidemiólogos y más expertos recomiendan no acercarse a menos de dos metros una persona de otra. Ya no se podrá decir salud, cuando alguien estornuda, por cuanto, hoy, eso genera el temor a ser contagiado por la temible pandemia.

Transcurrimos estos tiempos que, con vehemencia, anhelamos cambien pronto, para volver a confraternizar mediante el retorno de los abrazos, en un mundo cada vez más distante, incomprensible, huraño.