El poeta José Domingo Albuja

En mi infancia escuché en la voz de familiares, amigos y maestros, maravillosas fábulas, increíbles leyendas, narraciones originadas en la historia o en relatos apólogos. Desde esa época no se han borrado aquellos episodios, son acaecimientos épicos, cotejos pavorosos entre conquistadores y vencidos, también sugestividades nacidas en los cuentos infantiles, persistiendo mujeres y hombres considerados como estereotipos de héroes o desapacibles villanos.

Influenciado por aquellas vidas curiosas y recónditas, por la gloria de los consentidores a la curiosidad, en no pocas veces quise vivir esas acciones y acechar en carne propia. Cómo me hubiese gustado mirar a Atila frente a Roma, conocer a Marco Polo, surcar los mares con los vikingos, conocer la hermosura y carácter de Cleopatra, entender a Constantino y su Cruz, o tocar a los mismísimos gladiadores luego de vencer a los leones.

Pero resulta apasionante conocer a personajes que caracterizan nuestro terruño. Muchas veces escuché el nombre de José Domingo Albuja, supe que era poeta y maestro ibarreño, incluso miré su nombre en una calle. Y es la acuciosidad y las ganas locas de acercarme al poeta lo que ha me hecho hurgar libros y encuentre algo de su vida.

Hallé un párrafo que refiere al poeta: “Hijo de madre pobre y de madre humilde, Don José Domingo Albuja hizo de servirla una religión; de amarla un culto. Y, cuando la hubo perdido, en lo más amargo de sus lágrimas, empapaba la pluma, para evocar el recuerdo y bendecir su memoria”. Derretimiento de un hijo amantísimo a la excepcional madre.

Se crió en extrema pobreza, se forma por sí solo, y son atributos innegables la humildad e inteligencia, sobresaliendo en su niñez y adolescencia. Siguió Jurisprudencia que no termina. Ejerció la docencia por el período de 40 años y fue rector en el colegio Nacional.

Albuja fue un poeta que anido el amor y la belleza en su alma, bondadoso y querido por todos. Cómo me hubiese gustado estrechar su mano, escucharle disertando una clase, ver su sonrisa, llamarlo para darle un abrazo, surcar con palabras la corriente de sus venas y llegando a su corazón llamarle, hermano pobre, hermano poeta.