La democracia parasitaria

Ecuador está viviendo una democracia parasitaria, donde algunos quieren el poder por negocio y porque es obligatorio votar. Si no se lo hace, según el código de la democracia, hay multa. Además, se necesita el certificado de votación para todo trámite burocrático.

19 binomios de precandidatos para las elecciones de febrero. Uno por cada 900 mil habitantes. Si solo se considera electores, es uno por cada 689.428 ciudadanos. Tras un remedo de primarias, la cantidad es excesiva. Luego de la Constitución de 2008 lo normal eran ocho postulantes y solo en los comicios de 1992 y 2006 hubo doce aspirantes.

Hay razones para preocuparse. En las seccionales de 2019, el alcalde Yunda ganó con 21,35% de votos (1 de cada 8 votaron por él). En la prefectura de Pichincha, ganó la correísta Paola Pabón -con grillete, por los hechos de octubre pasado- con 22% de sufragios (1 de cada 10 habitantes de la provincia). Mejor le fue a otro correísta en Manabí. Leonardo Orlando logró la prefectura con 28% de votos (3 de cada 10 votantes). La dispersión es la regla.

Los correístas conservan un voto duro (entre 18 y 24%) por los estómagos agradecidos y clientelas políticas adoctrinadas y disciplinadas. Llegarían a la segunda vuelta, aunque su candidato, Aráuz, sea un desconocido y su binomio, Rafael Correa, sea prófugo de la justicia. Uno de sus candidatos a la asamblea, el secuestrador Pablo Romero, está sentenciado y preso. Son de Centro Democrático: pero no son de centro ni son democráticos. En casi todas las listas, nombres cuestionables, que tienen asuntos pendientes con la ética y la justicia.

El gobierno, con menos de 8% de aceptación, pone tres candidatos: Gustavo Larrea, el cantor Juan Velasco y Ximena Peña (¿existe aún AP?). Otras candidaturas son ridículas: Isidro Romero, Fabricio Correa, el pastor Gerson Almeida, Paúl Carrasco, Guillermo Celi, Cristina Reyes, Miguel Salem (ayudó a llevar los sacos de dinero en la fuga de Abdalá), Xavier Hervas, Pedro Freile, el ex prefecto de El Oro Esteban Quirola y el ex fiscal Washington Pesantez. “Yaku” Pérez, una versión ecuatoriana de Evo Morales, se enfrentó con Vargas e Iza y dividió a los indígenas.

Si el requisito es hacerse conocer, la pandemia lo impide. Sin actos de masas ni debates, con uso fuerte de redes sociales y medios tradicionales, la campaña puede ser un espectáculo de fake news y juego sucio. Ojalá surjan alianzas que reduzcan la papeleta, porque el real peligro es que los correístas entren por la ventana, con lamentables consecuencias para el país.