Lo toma o lo deja…

Se conoce como ‘conciencia colectiva’ al pensamiento de una sociedad sobre algo, aunque en ocasiones esta concepción es aberrante, fundamentalmente, porque la costumbre hace hábitos, en ocasiones perniciosos, al punto que terminamos validando hechos inaceptables, por la fuerza del mal ejemplo social.

Esto es lo que ocurre con la corrupción de los políticos, la que criticamos con justa indignación, olvidando que no solamente se da en ellos, sino que es un mal social que ha invadido todas las esferas ciudadanas y que muchas veces, nosotros mismos terminamos aceptando y justificando ciertos actos porque la sociedad los califica de normales.

No es posible, por ejemplo, que las empresas de servicios funerarios, fijen costos que no se compadecen con la situación y la dignidad humana, aprovechándose del dolor que causa la muerte de un ser querido. El deceso de un ser humano, no es una mercancía más.

No es posible tampoco, que a nombre de la angustia que la pandemia ha traído, los costos de los exámenes de Covid-19, por ejemplo, sean prohibitivos para gran parte de la población.

Habría que revisar cuánto invierten por cada difunto, por cada examen, para saber si hay equilibrio en las ganancias que dejan sus servicios, porque no es lo mismo vender golosinas, que manejar la salud y la tragedia humana que ocasiona la muerte.

“Lo toma o lo deja”, no puede aplicarse a este tipo de negocios, aunque les sobren los clientes a la cola. Pensemos en la cantidad de necesitados de las pruebas de coronavirus y también en los altos precios de los servicios mortuorios en el país, y posiblemente estemos ante montos económicos, capaces de amasar grotescas fortunas en tiempos de crisis sanitaria.

Todo el mundo tiene derecho a percibir utilidades por sus servicios, pero cuando está de por medio la vida o la muerte, desde cualquier óptica debe estar primero el respeto a la dignidad humana, de lo contrario estaríamos ante una forma miserable de corrupción.

El tomar lo ajeno no solamente se manifiesta en los sobreprecios de las obras e insumos públicos para robarse los dineros fiscales, sino también en las actitudes inmorales de quienes a costa del dolor y la enfermedad, se benefician a mansalva sin empacho ni vergüenza.

La ‘conciencia colectiva’ es lo que piensa la sociedad, cierto; pero, la ‘conciencia colectiva posible’ es el ideal, lo que debería ser y no es. Es sobre esta última donde debemos trabajar para regular y sancionar ejemplarmente la miseria de quienes lucren sin límites de la desgracia ajena.