Ibarra eterna

La Villa de San Miguel de Ibarra fue fundada el 28 de septiembre de 1606, por el capitán Cristóbal de Troya, bajo la orden del entonces presidente de la Real Audiencia de Quito, Miguel de Ibarra y Mallea, bajo mandato del Rey Felipe de España. Estos días son víspera para festejar los cuatrocientos catorce años de ser erigida, magna fecha que compromete a conmemorar con magnanimidad, amor, y aunar fuerzas para elevarla a su sitial como si fuera un guando.

Ibarra está al norte del Ecuador, encajada en la hoya del río Chota, y atravesada en el lado oriental por el río Tahuando. La laguna Yaguarcocha se engarza como valiosa joya a la historia y al ensalzado paisaje que acuña esplendidez, dignidad, orgullo. Y es su gente, negros, blancos, mestizos y los que hacen de este suelo un referente extraño en el universo.

Ibarra es conocida como «La Ciudad Blanca» por los frontones albos de sus casas ideadas en 1872 después del catastrófico terremoto de 1868. Fue el alero, la teja y la tapia la arquitectura que le dio el carácter republicano, así la buganvilla, las tunas y el maíz, cobijos de gloria, trabajo y decoro. Llamada asimismo «Ciudad a la que siempre se vuelve» por su atrayente ejido y clima liviano.

Actualmente Ibarra es un de las principales ciudades del Ecuador. Importante centro de actividades económicas y financieras de la nación. Es el comercio, el turismo, la agroindustria, el sector inmobiliario, las manufacturas, las artesanías y el prestigio de la academia, las razones que la marcan triunfal hacia los destinos de pujanza y gloria.

Dice un proverbio, en la mejor tela cae la mancha, y esa mácula tizna el blanco del alma ibarreña, ensombreciéndola, y penosamente conduciéndola a la deshonra por el mal hedor de la corrupción. Las venas de la ciudad laten como río torrentoso con la sangre de sus buenos hijos. Pero los malos, son gangrena infecta que detiene el progreso, coágulo oscurecido, pestilente, tal si fuera chocoto pútrido. Los malos hijos están borrachos de poder, confundieron servicio con despojo, autoridad con subordinación. Mas, la resaca evoca remordimientos tardíos. Hay maldades de la actual administración municipal que no tienen misericordia.