Ellas deciden

Perdón por inmiscuirme en un tema que no me compete. Soy un hombre que no suelo opinar sobre útero ajeno, mucho menos cuando se trata de decisiones personalísimas que no inmiscuye ni al Estado, ni a mí, peor a ustedes. Pero sí, hoy sentí la necesidad de transmitir mi opinión sobre el aborto, al menos para llamar a alguien a la reflexión. Vamos a intentarlo.

Entre los provida y los proaborto, mi pragmatismo no me permite elegir un bando por razones filosóficas. Creo y pienso que las postras deben ser cien por ciento técnicas, sin que exista espacio para las emociones, pasiones e ideas viscerales.

Mi fría postura sobre el aborto se sustenta en aquello que sirve, que funciona. A las instituciones, se les debe buscar la utilidad, no lo esotérico. Hay una gran mentira que dicen los proaborto: que casi siempre las mujeres se van a la cárcel por abortar. Es falso. Tómense un tiempo, y revisen las estadísticas. El aborto es un acto tan íntimo que el 98% de los casos no se judicializan. Hay otra gran mentira que sostienen los provida: que derogar el delito de aborto generaría abortos masivos. La tipificación de conductas que suprime la comisión de delitos. Sino no, no habría ni homicidas ni violadores porque el homicidio y la violación son delitos. ¿Si me hago entender?

Les voy a decir una gran verdad: las mujeres van a abortar con o sin delito de aborto de por medio. La única diferencia es que, por ser crimen, ergo, por ser prohibido, abortan en clínicas clandestinas, y en gran parte de los casos quedan estériles, lesionadas o mueren en condiciones inhumanas. ¿Es justo?

¿Saben qué pasa si derogan el delito de aborto?, penalmente nada. Estadísticamente, tendremos el mismo número de abortos y fácticamente menos mujeres muertas. ¿Qué cambia? Cambia la libertad, la libertad de ellas, la posibilidad de ejercer esa libertad con verdaderas garantías, no a escondidas y con riesgos de perder la vida. El aborto no es un delito para prevenir el aborto. El aborto es delito porque el Derecho Penal es el espejo de una sociedad; que mucha de las veces es hipócrita, y que arrastra muchas cargas de estigmas y prejuicio sociales. Y basta para “abrir” dicho Código para vernos en él. ¿Qué vemos? Una sociedad profundamente medieval que arrebata la voluntad de la mujer, sobre su propio cuerpo y su plan de vida y la pone en manos del dios de turno.

Por ello, no importa quién tiene la emotiva y filosóficamente la “razón”. Permitir el aborto no es un triunfo de los proaborto ni una derrota de los provida. Permitir el aborto es un deleite de la razón sobre emoción, del ser racional sobre el ser instintivo, es el tributo al altruismo, a la vida y la absoluta libertad de sus derechos.

Gabriel Quiñónez Díaz

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