He pecado, soy una mala feminista

Autodenominarme feminista ha sido una decisión que ha traído como consecuencia críticas y juicios de valor distantes a mi realidad. Nunca imaginé que, por defender un punto de vista, iba a ser víctima de insultos, calumnias e improperios, que han puesto a prueba mi estabilidad emocional y mi calma. He sido señalada como complicada, privilegiada, clasista, “feminazi” y odiadora del sexo masculino. Ninguno de los adjetivos precedentes me describe en absoluto.

Cuando el feminismo liberal no cumple con las expectativas radicales de quienes dicen liderarlo, se cuestiona todo el movimiento. Esta dicotomía es el fundamento para que quienes critican el feminismo desde fuera deslegitimen una lucha de siglos.

El feminismo es imperfecto. No tiene por objeto adoctrinar a quienes no seguimos una línea, sino disminuir las brechas de género propias del sistema y de la sociedad de la cual todos somos parte.

Me cansé de leer comentarios misóginos y de que de los detractores utilicen nuestras acciones imperfectas para justificar su falta de empatía. Me cansé de que me limiten y juzguen quienes se han apropiado del discurso. Me cansé de la burla, del activismo de redes, de la falta de diálogo y la imposibilidad de consenso. Me cansé de vivir en una cultura que me censura, que me ordena distanciarme de la etiqueta ‘feminista’ so pena de quedarme sola, a ser incomprendida, criticada y comparada.

¿Saben cuándo dejaré de ser feminista? Cuando el sistema no nos revictimice, cuando no tengamos que seguir explicando lo inhumano que resulta que miles de niñas sean madres producto de una violación, que cientos de mujeres sean asesinadas por sus parejas; que, quizá trabajando más, ganemos menos y que no podamos tomar decisiones en el poder ni en nuestros cuerpos, sino que únicamente nos incluyan para justificar la ‘paridad’.

Y, así como confiesa Roxane Gay, hoy acepto y defiendo mi etiqueta de ‘Mala Feminista’.

@domenicacobof