No sea indiferente

Hace unas semanas los ojos hinchados de una amiga y su silencio me hablaban de la carga emocional que lleva por la conducta de su pareja, pasan días y las lágrimas en el rostro de otra amiga mostrando mensajes ofensivos de quien dice ser su esposo, me traslada a la realidad que podemos vivir tantas mujeres, no importa que tan responsables o buenas madres seamos, no importa si trabajamos o no, para muchos hombres solo somos imperfectas y víctimas en potencia de su machismo.

Cuánto esfuerzo vamos haciendo en la vida, algunas mujeres más allá de balancear el rol de madre, del trabajo, de amiga y más, vamos también sorteando no perdernos en la melancolía.

Reconozco la desilusión en el maquillaje corrido por las lágrimas, ahí vamos muchas escondidas ahora tras las mascarillas, y me pregunto, ¿Acaso nos reconocemos por las vivencias o por observadoras? ¿Qué pasa con los hombres que nos rodean? ¿Por qué tan pocos o ninguno habla de la compañera, amiga o hermana que es víctima de maltrato? La violencia es una bola de nieve que no baja de tamaño, a lo mucho se mantiene o lo peor crece, yo la veo a diario, en la inercia del ser de muchas mujeres, veo la lucha, la resignación y la pérdida.

El machismo nos golpea, nos hiere el alma y un día nos mata. Necesitamos ver hombres conectando con nuestro sentir, que en medio de todo, una luz de empatía renueve la esperanza que demuestre que la violencia de género no es un problema sólo de mujeres, es de todos, como dice una frase para pensar y gritada por muchas: «señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.

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