Al poeta ausente

Hay tardes tan frías que escarchan el cuerpo, pero que no son nada cuando las cotejo con ésta que congela mi alma, al enterarme la partida de mi gran amigo y amigo del pueblo, Juan F. Ruales. Y me disuelvo para traer un verso del poeta peruano César Vallejo, que en los Heraldos Negros escribe: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como el odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… ¡Yo no sé!”

Llegan entonces en tropel las perennes conversaciones disfrutadas en inicio, en ese Otavalo de teja y alero, en las escalinatas que subían al cielo desde el barrio El Empedrado, o en los atajuelos del parque Bolívar escenario de sus arengas, donde evidencie su ineludible destino: la querella contra la utopía y su militancia en el ensueño de una revolución que el poeta deja inconclusa. Era tiempo del joven que ponía libros en la mano de quienes nos inquietábamos por las ideas cubanas, del chino Mao, tratados que esclarecieron nuestras cabezas con la otra historia.

Era el tiempo en el que el Juan traía las novedades de García Marques, del boom de la literatura latinoamericana. Le escuché hablar del pintor Guayasamín, de las etapas del pensamiento y del arte en la antigüedad, contemporaneidad y modernismo. Se hicieron nuestros los términos renacimiento, cubismo, expresionismo, realismo mágico, el materialismo histórico y los nombres de Marx y Engels.

Fueron tiempos en los miramos desde otro recodo las fiestas del Yamor, abandonando el folclorismo para entender desde la sociología. Su guitarra y su canto social fueron el vínculo que hermanó las almas y fue estímulo para la creación musical y literaria. Más tarde el nombre de Juan F. Ruales era un sello en los estamentos políticos y de la universidad ecuatoriana, su canto de avanzada y escritos lo proscribieron en incontables veces.

Gestor cultural, escritor, investigador, dramaturgo, sociólogo, crítico de arte, y sobre todo poeta, Juan urdió una etapa del pensamiento ecuatoriano, y de quienes le extrañaremos toda la vida, de los artistas que nos paramos para recordarlo como gran maestro, desde “La esquina donde se bifurca la nostalgia” como titula uno de sus libros.