Bombas y Gobierno han caducado

Cuando durante su comparecencia frente a la Asamblea Nacional, la ministra de Gobierno, María Paula Romo, dijo que las bombas lacrimógenas caducadas no son perjudiciales para la salud no pude evitar pensar que tal vez tenga la razón y que efectivamente lo que más afecta a la salud de la población es la caducidad del actual gobierno.

De hecho, el Ejecutivo, en lugar de cuestionarse y pedir disculpas a la población, sigue evadiendo responsabilidades y manipulando la comunicación, afirmando que lo que movió a las protestas en 2019 fueron los ex correístas; ignorando por completo que lo que en realidad las motivó fue la fuerza de la desesperación de un sector de la población agobiado por las malas decisiones del gobierno, como pretender eliminar los subsidios a los combustibles.

Y lo que es peor es que el gobierno de todos, en lugar de preocuparse de las causas de las protestas y de cómo salirse con la suya debería preocuparse de las inobjetables y muy dolorosas consecuencias de los trágicos hechos de octubre en los cuales hubo al menos 8 fallecidos (el gobierno niega que sean 11) y centenares de heridos a causa del exceso de violencia por parte de la fuerza pública.

Esto debería preocuparles pues cuando hablamos de muertos, en el marco de protestas populares en un país democrático, significa que algo está fallando y que alguien debería responder a la justicia.

Pues tal vez nuestras autoridades no lo sepan, pero no es normal que se mate a gente durante las manifestaciones. Todos nos acordamos de los chicos “caídos” del puente de San Roque o de las cargas con caballos y del exceso de bombas lacrimógenas, claro está, caducadas.

Podría ser que los muertos no les duelan a nuestras autoridades y podría ser que lo único que les duele es dejar el poder.

El gobierno caducó en octubre 2019 y con él han caducado también los kafkianos ministros que hablan de médicos que han llevado el virus a los hospitales o aquellos que se creen Power Ranger y siguen dispuestos a reprimir al pueblo con la violencia o, peor aún, contaminar las próximas elecciones.