No estamos tan bien

“Los inmigrantes, son unos sinvergüenzas, nos roban los trabajos, los gordos, son unos pobres vagos que no tienen disciplina, los homosexuales, perversos, son un mal ejemplo para nuestros niños”, ¿qué incómodo, ¿no? Están discriminando en voz alta. Y es incómodo, Pero esta incomodidad, es una semilla. Quiere decir, que hay un acuerdo social entre nosotros, que reconoce que discriminar, lastima.

La discriminación, es uno de los capítulos más tristes y dolorosos de la humanidad. En esencia ha sido la causa o el efecto de un tipo de esclavitud, la discriminación no es cosa de juego, se expresa en el lenguaje, en las actitudes y comportamientos, que en lugar de unir excluyen; y en vez de ser un punto de encuentro ha provocado malestares, conflictos, mucha violencia y muerte. Se han reconocido -de las múltiples que existen-tres tipos de discriminación: el clasismo, el racismo y el sexismo. ¿Cuánto puede llegar a lastimar la discriminación?

El clasismo, tiende a expulsar a las personas por razones de estado social, ingresos económicos y otros atavismos, que colocan a unas personas en condición de superioridad sobre otras.

El racismo, en cambio, promueve la existencia de razas “superiores”, cuando diversos estudios se ha reconocido la existencia de una sola raza-la humana-, como principio básico de los hechos humanos, que reconoce la igualdad entre todas las personas, independientemente del color de la piel, la condición socio económica o cultural. Pero la discriminación racial existe, y se manifiesta de muy diversas formas. Por ejemplo, los indígenas, y los negros son dos pueblos que enfrentan el peso del racismo estructural, que el Estado y la sociedad deben erradicar.

El sexismo es otra forma de discriminación que afecta a toda la sociedad. Ser hombre o mujer-quien lo creyera-es para unos un estigma, antes que una condición humana que brinde dignidad y posibilidades de realización. La realidad es muy diferente a las declaraciones constitucionales y legales. El macho y la hembra en la especie humana tienen los mismos derechos, aunque diferentes roles y funciones sociales, como todo el orden natural, pero este conocimiento no lleva, necesariamente a concebir al sexo como una regla y agente de dominación de una persona sobre la otra.

La discriminación de género es la regla y no la excepción. El machismo se ejerce en todos los escenarios de la vida cotidiana, y casi es aceptado como algo “natural”. La equidad de género establece un precepto que hace posible no solo la igualdad de las personas ante la ley, cualquiera sea su sexo, sino la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, así como igual trato en el ámbito familiar, social, laboral y profesional. ¡Superar la discriminación es un reto para las familias y la educación!

Gabriel Quiñónez Díaz

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