Cantidad vs. Calidad

Esta es quizás la última columna escrita antes del fragor de la campaña. Con el último mes del año vendrán también los primeros alaridos de una carrera presidencial que promete ser muy bulliciosa. Con tanto candidato y tan poco espacio es difícil que las ideas sean tratadas con el mínimo decoro. Un torbellino de propuestas con y sin sentido embotarán nuestras vidas en un mercadillo electoral de poca monta. De nuevo, la cantidad en contra de la calidad.

Es un paisaje poco alentador y crucial, esta vez no solo elegimos un rostro o un plan pasajero y sin importancia; nos jugamos el sistema, el futuro de nuestros hijos, nuestra vejez y la institucionalidad del país. Esa clase de cosas que marcan la diferencia entre la prosperidad y la pobreza –a quien le quepa duda, puede revisar el libro ¿Por qué fracasan los países? de dos economistas brillantes del MIT- porque la elección de qué clase de instituciones políticas y económicas forjamos incide directamente en la calidad de vida de todos los ciudadanos. Sobre todo, si la actualidad se presenta tan crítica.

Así como en economía es el consumidor el que da valor al producto, en política es el elector el que da valor a su voto. Y teniendo un mercado tan descuidado, es labor del ciudadano darle calidad a su decisión. Con más razón si votar es una obligación pesada pero ineludible. Trabaje por la calidad de su voto, infórmese. Para descubrir la verdad detrás de la perorata, encontrar la fuerza que brindan las convicciones y el calor del argumento con fundamento.

Porque si Arauz dice que aumentar de nuevo y exponencialmente la cantidad de empleados estatales va a mejorar la calidad del servicio público y la vida de todos, debe haber un votante que se cuestione ¿De dónde saca esa relación? ¿Qué lo sustenta? ¿O es otra carrera perdida entre la cantidad y la calidad?