Hay que abrir los ojos

No se sabe el número, parece que apreciable, que apoya al candidato presidencial Arauz, cuyas debilidades van desde afirmaciones ridículas, como obtener oro de los celulares usados, hasta que hay una dolarización buena y otra mala, a la ilusa de traer 30.000 millones de dólares que ecuatorianos tienen en el exterior (tal vez los mal habidos de su propio grupo). Lo más grave: Arauz es el triste resultado del gobierno de Correa que ha esquilmado y robado al país, que lo dejó altamente endeudado, que no ha respetado ni leyes ni personas, hechos que no son gratuitos pues se encuentran sus mentores sentenciados penalmente, prófugos o enjuiciados por peculado, soborno, delincuencia organizada. Todo ello descalifica a Arauz pues la política debe ir con la ética, salvo la posverdad (o mentira emotiva) que sostiene que la honestidad es poco influyente.

Ciertos dirigentes que apoyan a tal candidato no tienen curación ni enmienda, son cínicos y casi delincuentes natos, aprovechadores de todos los gobiernos. Son marxistas del otro Marx, del humorista y genial comediante Groucho que alegremente dijo: “Soy un hombre de principios; si no le gustan, tengo otros”.

Existen otros partidarios: los fanáticos. Como dice Voltaire: Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad ya es incurable”. Completa Margarita Yourcenar: “El enemigo del fanatismo es el sentido común “. Frases que las he tomado del libro ‘EL DÍA QUE MATÉ A MI PADRE: Confesiones de un ex comunista’, de Jorge Sigal, argentino que dejó el comunismo, más -como escribe- no porque renegó de sus principios sino porque vio una realidad que le despertó la razón.

Sigal vuelve a Moscú, ya fuera del partido, y observa solo “espanto, miseria y brutalidad” y encuentra que, en esa ideología, hasta los malos de la familia son malos “relativos”. Con humor observa que en Moscú son tan capitalistas que hasta se paga entrada para visitar el Mausoleo de Lenin. Sostiene que su intención, con cien ejemplos, es aportar su granito de arena para alertar sobre el fanatismo, casi religión en los sistemas totalitarios. Abramos los ojos.