El curioso orden de burócratas y banqueros

Hay un viejo truco que proxenetas y traficantes de niños usan para captar a sus víctimas. Cuando ubican a un blanco potencial, uno de ellos se aproxima y lo agrede; el brutal tormento puede durar de unos pocos instantes hasta meses enteros y se ve interrumpido por la llegada de un aparente salvador. Este, de forma espectacular, libera a la víctima y ahuyenta al secuestrador. La víctima, henchida de gratitud, desarrolla auténtica devoción, obediencia incondicional, por su salvador. Lo que no sabe es que el malhechor y el benefactor están complotados y que todo ha sido una farsa. Al poco tiempo, el supuesto salvador termina usando a la víctima para siniestros fines, pero con la absoluta complacencia y colaboración de esta, que se siente en deuda. A espaldas de la víctima, ambos disfrutan de las ganancias que ésta les reporta.

El invicto y campeón emérito del Estado ecuatoriano Rafael Correa suele denunciar que la banca privada ha obtenido ganancias récord en los últimos años y promete defender al pueblo de ella. Los representantes de la banca privada, a su vez, enfatizan que no son ellos, sino el Estado ecuatoriano, con sus políticas, el culpable de las elevadísimas tasas de interés en el país y juran que llevarían prosperidad a la gente si es que el poder político cediese a sus recomendaciones. En teoría, son antagonistas y se acusan uno al otro de ser el malo de la película; en la práctica, juntos han diseñado un sistema exquisito que mantiene al sector formal de la economía diminuto, pero absolutamente dependiente de ellos, como un modesto pero rentabilísimo grupo de esclavos. Poder total.

Estado y banca sostienen el curioso orden que los ecuatorianos hemos aceptado por dos décadas; se echan siempre una mano porque, si uno cae, el otro caerá también. Que ese orden no convenga a la mayoría de los ecuatorianos es otro cantar. La pelea es ahora por el dinero y la sumisión de la otra mitad del sector productivo ecuatoriano, la que paga en efectivo, apenas tributa y no está bancarizada. Resulta intrigante imaginar qué mecanismos usará el sistema para estabularla y esterilizarla.

Daniel Márquez Soares

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