Influir en el cerebro

Muchas personas dicen que no les importa lo que otros piensen de ellos, lo dicen de diferente manera y en voz alta para que lo escuchen todos: “yo soy así”, “nada ni nadie me podrá cambiar”, “si te gusta bien y si no también”.

Al parecer no les importa lo que otras personas piensen de ellas, manifiestan que la opinión de los demás les tiene sin cuidado. Quienes desprecian o no les importa las normas sociales, siempre terminan formando grupos aparte que buscan ser reconocidos por la sociedad, las leyes, normas y principios que rigen el comportamiento humano.

Es así como se forman las bandas, pandillas, mafias y demás agrupaciones ilegales que no respetan a persona alguna ni las normas del buen vivir, pero exigen respeto y reconocimiento de los demás hacia ellos. Los más empedernidos delincuentes y forajidos son incapaces de resistirse al impulso de formar grupos, porque en las imperfecciones de su materia gris se encuentra arraigado el instinto a delinquir, permitiendo que surjan problemas de salud mental.

Cuando las personas aprehendidas por delinquir, quebrantar la ley o agredir física, moral o psicológicamente a otras personas son trasladadas a un centro de detención, sus quejas y reclamos son de todo tipo, limitando el accionar de los agentes del orden, sean estos civiles, policiales, militares o judiciales; dicen ser despojados de sus derechos humanos, reaccionan violentamente y amenazan acudir ante las cortes nacionales e internacionales.

Por más extraño que nos parezca, gran parte del cerebro humano interactúa con otras personas; muchas de ellas influyen o dominan el pensamiento de otras hasta extremos sorprendentes. Cuando el cerebro está en proceso de formación, lo que las personas dicen, sugieren, hacen o se comportan tiene repercusión directa en otras. Mucho de nuestro ‘yo’ o de nuestro ser: autoestima, ego, aspiraciones, motivaciones y más conductas, se derivan de lo que otros individuos piensan de nosotros y cómo proceden. La comunicación verbal entre nosotros es fundamental, decir palabras relevantes en el orden correcto y tener una comprensión lingüística adecuada permitirá un comportamiento apropiado.