El Capitolio en llamas

Parecía una escena captada en San Salvador, Nicaragua, Guatemala, Quito, Santiago o Haití en otras épocas. No. Eran sucesos descritos por el expresidente Bush, como de una, despectivamente llamada, república “bananera”. Se trataba del Capitolio de Washington, capital de EE. UU., donde se confirmaba el triunfo electoral de Joe Biden.

Las hordas del trumpismo (camisas marrones, ‘proud boys’ y gorros con cuernos) armadas y azuzadas por su líder para que no acepten su derrota electoral, ingresaron fácilmente al centro del poder legislativo estadounidense y se acomodaron en las oficinas de los parlamentarios. Horas de pánico, con congresistas escondidos bajo sus curules, mientras un agitador conspiracionista, Jake Angeli, “presidía” la sesión.

Superado el trance, los congresistas demócratas votaron a favor de llevar a juicio político al presidente Trump, algo sin precedentes en la historia del país. Ningún presidente estadounidense ha sido sometido a juicio político dos veces, ni con el apoyo de integrantes de los dos partidos ni tan cerca de terminar el mandato.

La opción demócrata sigue siendo complicada porque, aunque tienen mayoría en la cámara baja, no la tienen en el senado, donde iniciaría el trámite un día antes de iniciar el mandato de Biden. Todos los legisladores demócratas (222) votaron a favor, más diez republicanos y 197 en contra. El congreso puede destituir al presidente por delitos y faltas graves. El objetivo: inhabilitarlo políticamente para la elección de 2024.

Muchos legisladores pensaron en invocar la 25ª enmienda de la Constitución, diseñada para aclarar la sucesión presidencial tras el asesinato de John F. Kennedy y la confusión creada para escoger otro presidente cuando Lyndon B. Johnson asumió la presidencia, si presentaba incapacidad o enfermedad. Al crearse la enmienda se estableció que sea complicada e infrecuente.

Conocedor de las debilidades del pueblo, Trump ofreció algo que no existía: convirtió su presidencia en una parodia. Frente al establecimiento él fue el antisistema, pateó el sistema del bipartidismo y puso en duda la democracia estadounidense. Tras esta experiencia, no sería raro que otro “showman” aparezca y seduzca a las masas.

Trump termina como comenzó: con violencia, enojo, polarización y gobernando vía Twitter. Haciendo un espectáculo de berrinches por la elección que ganó y la que perdió. Pero el horizonte político del populismo está abierto en EE. UU, sin olvidar que lo sucedido el 6 de enero fue uno de los episodios más funestos de la historia de ese gran país.