Mil por voto…

Las ofertas irresponsables, las prédicas de moral y amor al pueblo; de recuperación de la dignidad, de exterminar a la oligarquía, son el diario vivir de una especie de ‘plantillada’ que, sin futuro ni beneficio, lanzan algunos candidatos, sobre todo el autoproclamado del socialismo, un tal Andrés Arauz, que temerariamente ofrece mil dólares para un millón de personas y, entonces, se atreve a solicitar la inscripción de todos los ingenuos y, desde luego necesitados, que en el país, por obra de sus mismos compinches, ahora prófugos de la justicia, hay por miles y millones.

Estas dádivas paternalistas, la oferta de bienes de a gratis, de plata por obra y gracia de la imaginación de un candidato, nos hacen vivir tiempos ignominiosos en los que la dignidad de un ser humano no vale nada y así a fuerza de ofertas ridículas, bonos, subvenciones y más “piropos mañosos” para lograr votos, juegan con el hambre y la precariedad de los votantes.

De qué reparto de riquezas hablan los socialistas del siglo XXI, cuál es el ejemplo de país en el que un sistema totalitario haya desarrollado sociedades productivas y felices. Cuba, Venezuela, la misma Unión Soviética, China, han representado la pérdida de libertades, derechos, dignidad y aun de la patria para millones de ciudadanos que ante la tragedia de sus vidas en sus naciones, abandonan a sus hijos, esposas, padres, para huyendo de la miseria, someterse a cualquier opción lejos de su Patria.

No es hora del socialismo, tal vez nunca lo fue. No puede el gobierno convertirse en el mayor empleador. De hecho las experiencias que hemos tenido dicen que ha sido un mal administrador, vale preguntarnos qué ha pasado con las empresas que se han estatizado en tiempo de Correa o peor aún, las que a nombre de confiscación se robó Chávez en Venezuela, todas han quebrado o por las uñas largas de los colaboradores de esos regímenes o por la nula administración de un gobierno corrupto, ocupado de los sobreprecios y más negociados en todo campo.

¿No basta el ejemplo de los países hermanos, en donde los seres humanos carecen de todo, y la violencia se ha institucionalizado por obra del hambre y la necesidad? ¿No vemos en las calles a cientos de familias venezolanas mendigando centavos para llevarse algo al estómago? ¿No ha sido objeto de documentales y frecuentes noticias el suicida éxodo de los cubanos balseros hacia Miami?

Es momento de castigar en las urnas estas ofertas pícaras y de responsabilizarnos de nuestro futuro.