De vacunas y candidatos

Los debates pasaron y tenemos una certeza: a nadie le importa la cultura, ni a los candidatos ni a quienes formulan las preguntas, y eso que los tres debates se han dado en espacios mediáticos, donde debería pensarse en la industria cultural, completamente carente de visión desde hace más de quince años en el país.

Cuáles son las cifras de la actividad editorial, fonográfica y audiovisual. Cuántos museos han visto mermados sus ingresos con la emergencia sanitaria y qué pasa con las bibliotecas, teatros, cines, salas de exposiciones. La actividad artística, cultural y patrimonial es de incumbencia del Estado y a ninguno de los 16 candidatos le importa.

En la actualidad, los museos presentan réplicas virtuales de las visitas físicas, sin narrativa, sin inclusión de comunidad; las bibliotecas no existen y los centros culturales locales están sin vida.

Al inicio de la emergencia sanitaria las actividades escénicas se mudaron al streaming y no les fue mal: lo digital se volvió espacio salvavidas de reflote, pero eso no indica salvación.

La industria nacional del libro, si alguna vez existió, tiene menos títulos, también por la poca visión de los editores de no migrar a las nuevas formas de consumo: libros digitales, audiolibros.

La música, quizás, es la que menos se ha detenido, pero industrialmente se ha visto más afectada por la ausencia de presentaciones físicas y contacto con sus seguidores.

Las salas de exposiciones, así como los centros culturales, no tienen muestras programadas ni han podido reinventarse en estos momentos de desconcierto y ausencia de visitantes.

Ante este escenario en el cual la única esperanza es la vacuna, nadie tiene un plan para reactivar al sector. Sabemos que la cultura no pesa en el PIB, pero es un aliciente espiritual para este tiempo de incertidumbre y se convierte en una buena vacuna contra la desesperanza.