Pacto y Jorge Yunda

“Ya estamos cansados de sus ordenanzas. Usted es un mentiroso porque defendió y se comprometió a que el Chocó Andino tiene que ser respetado como séptima reserva de la biósfera, esto que lo sepa toda la ciudadanía de Quito que le dio el voto. Cualquier desastre natural o pérdida de vidas humanas responsabilizamos a esta administración de la Alcaldía y al Consejo.”

Esta es la voz indignada de Pacto, parroquia de Pichincha, que circula con fuerza en varias redes sociales y reclama al alcalde Jorge Yunda y al Consejo Metropolitano por los permisos concedidos para actividades mineras en Pacto.

Esmeraldas y Pichincha sufrirán los impactos progresivos de la contaminación y su cadena de destrucción contra la vida en uno de los territorios más delicados de la megabiodiversidad de la Tierra. El noroccidente de Pichincha es nuestro patrimonio natural e histórico y es parte de la identidad milenaria de Quito.

¿Importa a los candidatos esta zona donde los quindes, osos de anteojos y miles de especies, incluidos los seres humanos, dependen de los ríos del gran Guagua que se abren paso por la selva hasta el Pacífico? ¿Han leído los políticos el Laudato Sï? Los próceres del 10 de Agosto de 1809 como Rosa Zárate, Nicolás de la Peña y otros recorrieron esas tierras del gran territorio quiteño en sus luchas y guerras libertarias en contra del imperio español que reprimió al primer grito de la independencia hispanoamericana con persecución y holocausto.

La historia milenaria de conexión de Quito al Pacífico, el camino a Malbucho, la comunicación cultural con los pueblos yumbos se registra en la arqueología milenaria de los habitantes de Quito, un reflejo de ello son los ajuares de spondylus del museo La Florida. Pacto, como toda población de la geografía del noroccidente de Pichincha, es frágil y merece respeto, sostenibilidad y protección. El alcalde Yunda se posesionó, luego del apagón electoral, hablando de la salud y de la Pachamama en el Itchimbía… La palabrería y la corrupción codiciosa pretenden, una vez más, pisotear los derechos de la naturaleza conquistados sabiamente en la Constitución de Montecristi.

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