Campaña peripatética

Esta aparente difícil palabra (del griego, dar vueltas, ambulante o itinerante) se aplicaba a la escuela filosófica fundada por Aristóteles (322 a. C.), la cual, según la tradición, poseía un jardín por el que el maestro paseaba con sus alumnos reflexionando sobre la vida. Según el filósofo, el bien supremo del hombre es la felicidad, que consiste en el ejercicio perfecto de cada actividad propia del hombre. Dividía la educación en dos: la moral y la intelectual, ambas actualmente descuidadas.

Viene al caso, ante la cercana campaña electoral,  preguntar –o asegurar, como lo hacen algunos analistas– por quién votarán en la segunda vuelta los partidarios de los perdedores de las elecciones presidenciales de 2021. Según ciertos analistas, habrá endosos: unos para la derecha, otros para la izquierda; algunos anularán su voto; y otros en blanco, que es su derecho o, mejor dicho, su descuido cívico.

Si analizamos los resultados de las anteriores segundas vueltas presidenciales, algo de eso sucede. En la Costa hay más liderazgo y se cumple el endoso, además son más prácticos; en la Sierra somos más emocionales –la altura a veces  nos hace menos razonables–, votamos por el que nos cae “bien” y renegamos del otro, sin importar ideologías,  compromisos o declaraciones de los dirigentes derrotados.

Del pueblo poco se acuerdan, pues acaso podría ser cierto como afirman serios pensadores que el pueblo como entidad concreta y sujeto político específico no existe, sino lo que hay es individuos, gente diversa y voluble, con conciencia y voluntad, no un colectivo. Ergo: los votos  se ganan  o se pierden de uno en uno.

El candidato que más se ‘dé vueltas’ por el país tiene más oportunidades de ganar, o sea el más peripatético. Por supuesto, si explica bien, con sabiduría y transparencia, sus reflexiones y ofertas, y desnuda las fragilidades, mentiras o el pasado de su rival, con evidencias. Y oye a la gente. El ex presidente de los Estados Unidos William Howard Taft (1909-2013) decía: “Me parece que la profesión de un presidente (o de un candidato) simplemente es oír a la gente hablar”.