La verdad de la milanesa

Los resultados de las elecciones dan ganadores y perdedores, no dan verdades. En EE.UU., Trump armó un vergonzoso relajo porque él no triunfó, a pesar de que se consideraba el mejor y más exitoso de los presidentes americanos.

En Ecuador, así nos duela, llegó primero el economista Arauz, títere de Correa, digno o indigno representante de los sobornos, sobreprecios, del atentado a las libertades y destructor de las instituciones públicas, base de la democracia. Por la fuerza o simpatías no se puede declarar al doctor Yaku en la segunda vuelta, ni por razonable convencimiento al señor Lasso. Ni la raza ni la edad son importantes. Martín Luther King afirmó: “El color de la piel no tiene importancia sino el contenido de sus personas”.

Los humanos hemos inventado los números, aplicables en democracia a través de los órganos electorales, cuya actuación debe ser transparente. En Francia se preguntó a diez sabios si Dios existe o no. Ganó la respuesta negativa, 6 a 4, lo que no probó nada.

Hay que tener tranquilidad y ecuanimidad pues el mundo sigue andando. Todo cambia, sin necesidad de exigir creatividad o “aires nuevos”, ya que no hay nada nuevo bajo el sol, salvo el trabajo, el tesón. La clave del éxito: 10% de inspiración y 90% de transpiración.

Hablar de fraude sin pruebas ciertas es irresponsable y peligroso. El ‘Después de mí el diluvio’ no es bueno para reyes, políticos o periodistas. El tiempo todo lo cura. Quevedo decía: “El tiempo es un enemigo que nos mata huyendo”, luego hay que aprovecharlo rápido. La fuerza del populismo es haber creado más pobres y tener sus votos. No ha creado pueblos prósperos, soberanos y justos. Negar la pobreza de Venezuela, Nicaragua, Cuba, es negar que existe la milanesa (dicen que su preparación es un secreto argentino). Jorge Luis Borges decía: “El triunfo y la derrota son dos impostores”. Actuar con visión, justicia e inteligencia servirá sin distinción a todos los ecuatorianos.