Una cabeza que lo devora todo

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

Los vaivenes del proceso electoral confirman que en Latinoamérica somos víctimas constantes de las veleidades e irresponsabilidad de los políticos y clases dirigentes, y de una historia construida sin prestar atención cabal a los hechos precedentes, como si la experiencia de lo vivido nunca fuera tomada en cuenta. No padecemos por la falta de información, sino por su sobreabundancia. Para algunos que el país “vuele en pedazos” es trágicamente irrelevante.

Es una nueva forma de censura, que oculta o escamotea lo que importa, lo que interesa a los votantes. Ir más allá de lo aparente, contar la historia de la noticia o revelar todo aquello de interés público, pasa a un segundo plano. En cuanto al CNE, en cuyo expediente abundan luchas intestinas y descalificaciones mutuas, es evidente el ego sobrevalorado, todo esto conduce a la torpeza política.

El escritor francés Voltaire, en su Diccionario filosófico, relata lo siguiente: “Se detiene un viajero ante un torrente y pregunta a un labriego que ve al otro lado por dónde está el vado: «Id hacia la derecha», contesta el buen hombre. El viajero toma la derecha y se ahoga. El labriego va corriendo hacia él y le grita: No os dije que avanzarais hacia vuestra mano derecha, sino hacia la mía. El mundo está lleno de estas equivocaciones”.

La tan cacareada precariedad de nuestra democracia es un campo minado por este tipo de conductas. Más que un gobierno se quiere un capataz que nos diga qué hacer y qué pensar; que edulcore la realidad y nos haga caminar por un sendero que, a la larga, se nos vuelva una ciénaga. La abrumadora sobreabundancia de información manipulada y falsa está dando resultados.

No la izquierda, sino la propia; tampoco la derecha, sino la de nuestro imaginario. Esta es la piedra con la que tropezamos una y otra vez, de ahí tanto primitivismo político. Voltaire, a propósito de la democracia, señaló: “El verdadero vicio de la República civilizada es el de la fábula turca del dragón que tenía muchas cabezas y del dragón que tenía muchas colas. Tener multitud de cabezas es un perjuicio, y la multitud de colas obedece sólo a una cabeza que desea devorarlo todo”.

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