Desde el otro lado

Desde Cayo Hueso a La Habana hay solo 90 kilómetros en línea recta, una línea que si se cruza, no se regresa, que huele a libertad, sabe a retos y a nueva vida o al menos a una mejor. Migrar es una circunstancia a la que se ha enfrentado la humanidad desde sus inicios. La guerra, el hambre, el sistema, la necesidad, la ambición o las oportunidades son lo que ha hecho que miles de los que leemos estas líneas, llevemos en el ADN ese peso.

Fue agridulce haber estado en Cuba. Hoy, me encuentro en la costa que queda en frente, en el extremo opuesto de su sistema, forma de vida, costumbres, idiosincrasia y al toparme con quienes decidieron salir de la isla, vuelvo al momento en el que conversaba con los que se quedaron y me pregunto si la vida es lo que uno elige o son las condiciones que nos rodean las que nos obligan a ser, y miles de veces a irnos para sobrevivir.

Esta historia se repite en toda la comunidad latina. Se me pone la piel de gallina pensar que, al salirse de nuestras manos el control político, de seguridad y el económico, nos veamos forzados nuevamente a salir de casa sintiendo zozobra y agotamiento como lo han hecho millones de ecuatorianos.

El que se va por cualquier condición siempre lo hace porque en su hogar, ya no es posible quedarse. Aquello que lo llama a ir fuera, es más fuerte que el lazo que te une de por vida a la tierra en la que naciste. Quisiera ser libre y vivir segura, pero en mi tierra, con los míos. Me duele sentirlo tan cerca, me opongo a que mis pensamientos se hagan realidad. No sé cuánto más debamos y podamos luchar y resistir, pero mientras lo desciframos, intentemos hacer de nuestro Ecuador, ese lugar del que nunca quisiéramos salir.