El telegrafista del ferrocarril que aún vive en Tumbaco

Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
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Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero
Personaje. Rodrigo Díaz sonríe al recordar su insignia como telegrafista ferrocarrilero

“La etapa más feliz de mi juventud fue cuando era telegrafista del ferrocarril. Todavía tengo sueños con eso”. La mirada de Rodrigo Díaz, quien vive en Tumbaco, se aclara, brilla. No puede evitar emocionarse mientas rememora el comienzo de su gran amor por el tren y el telégrafo. Tenía apenas 16 años cuando tuvo que dejar el colegio Mejía. Su padre era zapatero y no podía seguir costeando su educación y sus viajes diarios a Quito desde Pifo, de donde era oriunda la familia. Sin oficio ni colegio, el joven recibió una propuesta que le cambió la vida.

Un amigo de su padre le ofreció convertirse en aprendiz de telegrafista. Apenas dos años después, con la ilusión de un niño pequeño, consiguió su primer trabajo en el ferrocarril. Sus funciones desde un principio consistían en coordinar el trayecto, la llegada y la salida de los trenes a través de telegramas. “Era un trabajo bonito e interesante, pero también difícil. Tenía que traducir en mensajes claritos los impulsos eléctricos que recibía el telégrafo”.

El sueldo que recibía no era muy bueno, solo 300 sucres, pero la camaradería y las experiencias que traía cada tren, no tenían precio. Sin embargo, y luego de 12 años, desde 1944 a 1956, tuvo que dejar su amada estación ferrocarrilera en Tumbaco, y trasladarse a vivir a Quito, en busca de un trabajo mejor pagado para sostener a su creciente familia. Ahí empezó su largo paso hacia la jubilación, en el departamento de crédito y valores del Banco Central. Pero eso sí, nunca dejó de extrañar sus años de telegrafista, tanto es así que nunca desaprovechó la oportunidad para comentarle a sus compañeros de oficina sus anécdotas de ferrocarrilero. Como cuando metía a escondidas, en su pequeño cuarto adosado a la estación de trenes, a un grupo de jóvenes a los que les enseñaba los secretos del telégrafo; o cuando salía a pasear los domingos por las vías del tren montado en un pequeño vehículo manual llamado rielero.

Color y vida

Su otra pasión, pero siempre por detrás del telégrafo y los trenes, ha sido, y sigue siendo la pintura. “Desde muy niño ya pintaba, incluso luego, ya de grande, me gustaba pintar en las paredes de las estaciones de trenes donde trabajé”. Su arte lo aprendió de manera autodidacta y logró retratar a varios gerentes del Banco Central, pero los cuadros que están más cerca de su corazón son los que ha hecho de su familia, de su trabajo ferrocarrilero y de los lugares donde ha vivido a lo largo de su vida.

Adosado a su vivienda actual en Tumbaco, su gran familia de ocho hijos ha adecuado una habitación donde cuelgan muchos de los cuadros que ha pintado. Valiosos momento de su existencia están plasmados con ayuda de variadas técnicas, desde la acuarela, el carboncillo o el óleo. Él los muestra con orgullo, sobre todo un cuadro grande donde se autorretrató rodeado por su esposa y todos sus hijos. “El doctor me ha dicho que la pintura me mantiene joven. Ya tengo 91 años, pero siento que he tenido una vida feliz”, confiesa con una amplia sonrisa que refleja su joven corazón, enamorado del arte, del telégrafo y del ferrocarril que ya nunca volvió por Tumbaco. (JS)

FRASE

“Soy un hombre honrado y sencillo. Mi mayor legado es haber trabajado siempre con el corazón”

Rodrigo Díaz,
Telegrafista y pintor de Tumbaco