Nayón, un buen vivero que cada vez se especializa más

Color. Los viveros están llenos de flores ornamentales de varios tonos y tamaños.
Color. Los viveros están llenos de flores ornamentales de varios tonos y tamaños.

Desde hace más de 20 años Nayón es el punto ideal para comprar plantas y flores de las más diversas especies, colores y tamaños.

En toda la población, la cifra de viveros supera los 100, con una oferta nutrida y diversa de plantas, flores, frutales, árboles y hasta bonsáis. Algunos de estos emprendimientos tienen más de 20 años de existencia.Aquí la gran mayoría de los habitantes estamos vinculados o tenemos familiares relacionados con el negocio de los viveros”, afirma Juan Tugsi, habitante de Nayón. Solamente a lo largo de la calle Quito, la vía principal de la zona, hay más de 50 de estos emprendimientos.

Ese es el caso del vivero Marlon, donde se puede encontrar flores ornamentales como pensamientos o buganvillas; frutales de mango, limón, tomate o naranja; hierbas aromáticas y comestibles como hierbabuena, romero, tomillo, albahaca o toda clase de helechos, enredaderas, palmas y plantas ornamentales para interiores. Las plantas cuestan desde 1,5 y hasta más de 20 dólares.

Dayana Pillajo, trabajadora del vivero, explica que el clima cálido y las buenas condiciones de la tierra son las principales razones de que Nayón se haya convertido en el lugar ideal para establecer negocios de comercio de plantas.

“Cuando mi padre inició en la actividad de los viveros, hace más de 20 años, solo existían pocas casas y un par de negocios en el sector. Ahora hay decenas de negocios y, a pesar de las crisis, la gente sigue viniendo porque sabe que aquí encuentra productos de calidad”, asevera.

Los días de mayor afluencia de clientes y visitantes son los sábados y domingos, sin embargo la gran mayoría de los viveros de la zona se mantiene abierto todos los días. “No solo vendemos plantas o flores sino que les asesoramos sobre cómo y dónde plantar y cómo cuidar las especies de cada cliente lleva”, añade.

Las buganvillas y las rosas son las flores más solicitadas por sus variados colores, que van del blanco al violeta intenso. Por su parte, los frutales más pedidos son los de limones y de naranjas.

En un buen día de fin de semana, un solo vivero puede recibir un promedio de 100 personas, entre clientes y visitantes. “El 60% de esas personas son compradores efectivos. Pero en épocas altas como Navidad o Día de la Madre, los compradores pueden sobrepasar los 150”, refiere Pillajo.

Aunque algunos de los especímenes que se venden son plantados en Nayón, la mayoría son adquiridos de agricultores de Ibarra, Santo Domingo, Milagro y Patate. Las condiciones climáticas permiten que flores y plantas que provienen de esas y otras zonas se mantengan en buen estado hasta que sean compradas, no solo por quiteños, sino por ecuatorianos de todas las regiones.

Trabajo. Janeth Pillajo cuida con esmero los bonsáis de su vivero.
Trabajo. Janeth Pillajo cuida con esmero los bonsáis de su vivero.

Los bonsáis

Hace más de 23 años, Juan Lamiña aprendió el arte de la cría y cuidado del bonsái viendo ilustraciones de libros extranjeros y enciclopedias sobre plantas. El arte adquirido de esta manera autodidacta le ha permitido construir un negocio próspero y reconocido a escala nacional e internacional.

Su esposa, Janeth Pillajo, explica que el desarrollo, crianza y cuidado de los bonsáis es una actividad de paciencia y mucho cuidado. “Dependiendo de la calidad y la antigüedad del árbol de dónde se sacó la pieza para el bonsái, el trabajo puede durar de seis hasta más de 15 años”, comenta.

Además explica que tanto por la cantidad y la calidad del trabajo como por la necesidad de comprar herramientas especializadas y macetas en el exterior, los precios de un bonsái, cuyo árbol origen tenga más de 40 años, puede ascender a más de 2.500 dólares. Los más baratos se comercializan por 10 dólares.

Cuando Lamiña inició su negocio no existía nada parecido en Nayón y, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo el único vivero dedicado exclusivamente a los bonsáis. “Otros negocios venden bonsáis, pero en muchos casos son especímenes que nosotros les hemos vendido o que no han sido hechos con el tiempo y la preparación para tener un resultado óptimo”, puntualiza su esposa.

El tamaño promedio de un bonsái es de aproximadamente 7 centímetros, pero la diferencia radica en la calidad del árbol, la raíz y el arte puesto en la poda de hojas y ramas. Además, esos especímenes requieren un cuidado diario después de ser comprados.

La calidad de los bonsáis del negocio de Lamiña ha sido reconocida con premios internacionales. Incluso, 27 de sus mejores plantas están en exhibición en el Jardín Botánico de Quito, y otras cinco en un stante especial en un centro comercial del norte de Quito. (JS)