Alangasí, tierra de arte, cultura, naturaleza y buena comida

Calidez. Tanto el clima como la gente hacen de Alangasí un lugar acogedor.
Calidez. Tanto el clima como la gente hacen de Alangasí un lugar acogedor.

Esta parroquia rural, al suroriente de Quito, es un tesoro que aloja a artistas, artesanos y muy buena comida.

EL DATO
La parroquia de Alangasí está conformada por un total de 32 barrios. Esta localidad limita con Píntag, La Merced y Conocoto. Alangasí es una pequeña población rural de no más de 25.000 habitantes, donde se puede encontrar, luchando contra el olvido y las inclemencias de los tiempos modernos, a hábiles artesanos del carrizo, escultores de la madera con una larga tradición familiar, pintores autodidactas con gran conciencia ambiental, cocineros de delicias autóctonas con más de cuatro generaciones a cuestas, o católicos creyentes que se disfrazan de diablos, por tres días al año, para mantener viva una tradición de más de siglo y medio.

A solo 15 kilómetros de distancia de Quito, o un viaje en automóvil de aproximadamente 40 minutos, cualquier visitante se sorprenderá con la vibrante, solidaria, trabajadora y creativa comunidad que habita en esta parroquia, tutelada por el volcán Ilaló y con un clima primaveral durante todo el año. (JS)

Manos expertas que dan forma al carrizo
° Luis Solórzano, de 92 años, es un hábil artesano que durante más de seis décadas y media ha dedicado sus días a crear formas partiendo del carrizo como materia prima. Desde canastas, baúles, bandejas, tinajos, botellas, cajas o recipientes varios salen luego de un día o dos de intenso trabajo, de sus manos diestras.

“Se necesita mucha paciencia, pericia y amor para hacer las artesanías que son la única vía que tengo para obtener mi sustento diario. El carrizo es un material complicado, pero yo seguiré en este oficio, que aprendí desde muy joven, hasta que Dios me dé salud y vida”, comentó Solórzano.

Además explicó que con los años se ha hecho cada vez más difícil vender sus productos y que la gente cada vez aprecia menos el conocimiento y la cultura que está detrás de las artesanías. “Tengo que viajar principalmente a los mercados quiteños de Santa Clara, el Camal o Central para poder comercializar mis creaciones. Soy de los pocos obreros que quedan y todavía siguen trabajando el carrizo completamente a mano”, afirmó Solórzano.

El último escultor de la parroquia
° Celso Mejía, con más de 40 años en el oficio, es el último sobreviviente de una dinastía de escultores y pintores oriundos de esta parroquia rural. Su camino de aprendizaje en el arte de moldear madera para crear vívidas esculturas, religiosas y profanas, inició a los 5 años mientras miraba el trabajo diario de su padre y hermanos.

Ahora, con el cabello ya encanecido, pero la mirada todavía alegre, se sigue levantando temprano por las mañanas para dar forma a esculturas de santos, vírgenes, cristos, animales y personajes de la vida cotidiana.

Sin embargo, su semblante se llena de melancolía cuando explica que las esculturas que le toman de uno a dos meses de arduo trabajo cada vez se venden menos, desplazadas por réplicas baratas y de inferior calidad hechas de resina o estuco.

“En los últimos años he perdido casi del 90% de los clientes. En los buenos tiempos personalidades como el artista (Gonzalo) Endara Crow me pedía réplicas en madera para sus obras monumentales como El Choclo o El Colibrí en el Valle de Los Chillos”, dijo Mejía.

Además recordó que antes había una vibrante comunidad de 20 escultores en Alangasí, pero ahora solo él sigue en pie. “Soy el ‘último de los mohicanos’ y seguiré en el oficio hasta el día de mi muerte”, exclamó Mejía.

Pintar para que la naturaleza no muera
° Ernesto Gualle renegó de sus estudios de Contabilidad y ha dedicado más de 25 años de su vida a la pintura. “Soy parte del legado artístico y creativo que de generación a generación se mantiene vivo en la parroquia. Mi obra se puede definir por una profunda pasión por la naturaleza”, explicó.

Paisajes de fuertes y vivaces colores, aves en pleno, selvas amazónicas que parecen palpitar en el lienzo, son algunas de las creaciones de este artista autodidacta y vecino de toda la vida de Alangasí.

“Me siento agradecido y privilegiado de vivir aquí. Este es un lugar pacífico, lleno de naturaleza y belleza. No me mudaría por nada del mundo. El entorno que veo todos los días me inspira y emociona”, afirmó Gualle.

Además recordó que su primer acercamiento con el arte fue durante su niñez, mientras se colaba en los talleres de los pintores y escultores del vecindario. “Desde aquellas épocas aprendí que lo importante en un artista es ser original y transmitir un mensaje con su obra”, aseveró.

En su caso, el objetivo principal es dejar un mensaje de conservación del ambiente y lograr inmortalizar en los lienzos los parajes en peligro de extinción, como las selvas amazónicas o los bosques alrededor de los poblados pequeños y grandes.

Comida a leña y tradición
° Marcia Pérez es parte de la cuarta generación a cargo de un emprendimiento que ofrece comida típica hecha a leña y con la tradición culinaria autóctona de la zona. “El trato cálido y la comida preparada con las recetas de la bisabuela son las condiciones esenciales para que el negocio se mantenga y siga creciendo a lo largo de los años”, explicó.

El plato emblema, y el más pedido por los comensales de la parroquia y de fuera, es el llamado ‘Mixto de la abuela’, que es una combinación de hornado, fritada, carne de res, mote, tortillas, maduro, cuero crocante, choclo, habas, queso y dos tipos diferentes de ensalada.

“En un buen fin de semana podemos tener más de 500 clientes. El negocio sigue ubicado en una casa con más de 60 años de antigüedad. El amor para preparar los platos no ha variado a lo largo de las generaciones”, dijo Pérez.

Además comentó que la quinta generación ya se está preparando para en el futuro tomar la posta y seguir brindando las delicias de la parroquia a propios y extraños.

La fe se viste de diablo una vez al año, y ‘asusta’
° Desde hace un siglo y medio, el paseo de los diablos se toma las calles de Alangasí los días Viernes Santos, Sábado de Gloria y Domingo de Pascua durante la Semana Santa.

Tomás Cuichán es el líder o capataz de un grupo de 25 vecinos de la parroquia que mantienen viva esta tradición centenaria. “Para ser uno de los diablos se debe tener una conciencia cristiana muy fuerte y llevar una vida de ejemplo y solidaridad”, comentó.

Además puntualizó que ser parte de la procesión de seres demoniacos es una especie de sacrificio y tiene como fin transmitir los pecados y los vicios en los que caemos los seres humanos.

“Nosotros con la ayuda de los artistas de la parroquias elaboramos los disfraces y las máscaras y nos preparamos durante todo el año para desfilar por las calles llevando un profundo mensaje religioso, a través de una apariencia diabólica”, concluyó Cuichán.