Los habitantes de las orillas del Machángara

CONDICIONES. ‘Alex’ construyó con plástico una vivienda entre matorrales en la quebrada del río Machángara.
CONDICIONES. ‘Alex’ construyó con plástico una vivienda entre matorrales en la quebrada del río Machángara.
RECORRIDO. Después del abordaje, el equipo de Habitantes de Calle llega al Centro del Patronato Municipal San José.
RECORRIDO. Después del abordaje, el equipo de Habitantes de Calle llega al Centro del Patronato Municipal San José.
ESPACIO. Los trabajadores sociales alistan la ropa para los usuarios en el Centro de Habitantes de Calle.
ESPACIO. Los trabajadores sociales alistan la ropa para los usuarios en el Centro de Habitantes de Calle.

‘David’ tiene 29 años y nunca tuvo una cédula de identidad. Al menos, es lo que responde cuando Mónica Chávez le pregunta. La mira mientras escribe en una de las computadoras de la oficina del Centro de Habitantes de Calle del Patronato Municipal San José. Lleva ropa limpia y una gorra roja con la visera hacia atrás. Chávez, trabajadora social, le habla del programa Hogar de Vida 2. Hay un cupo y podría ser de él. Podría tener un lugar donde vivir, comida, tratamiento para dejar las drogas. ‘David’ dice que está interesado, que volverá. Tal vez.

En ese instante, frente al mapa de Quito que está colgado en una de las paredes, quizá algo del mapa personal del hombre a quien conocen como el ‘Guayaco’ se empieza a trazar. O quizá no.

El juego de probabilidades no comenzó ahí sino en la quebrada del río Machángara a la altura del Playón de la Marín.

El recorrido
Horas antes, junto a una construcción de ladrillo de al menos seis metros de altura, Paúl Túqueres anunciaba nuestra entrada a «El Palacio». Le llamaban así a las paredes que quedaron de una fábrica de colchones que, según dicen, le perteneció a una familia adinerada de Quito.

Eran las 10:20 y el equipo de Habitantes de Calle ya había ganado dos pequeñas batallas que contribuían a la gran guerra por llevar a las personas al centro de Habitantes de Calle para que se ducharan, comieran y recibieran información de los programas sociales a los que podían acudir.

En un sitio improvisado en medio de arbustos pequeños encontraron a dos hombres. Estaban muy cerca de una especie de entrada de vehículos en la calle Piedra. El primero de ellos que aceptó escucharlos fue ‘Alex’, de 40 años. Conversaba con tranquilidad y mostraba las plantas que tenía sembradas en tarrinas de plástico.

EL DATO
En el Centro se reciben donaciones de ropa.Le gustaba la naturaleza, por eso había puesto una canasta de unos cinco centímetros de diámetro en medio de las ramas para que los pájaros hicieran nidos. El hombre delgado de 1 metro 80 de altura hablaba risueño, mientras que, al estilo de las series policiales de televisión, los miembros del equipo observaban cada detalle: pipas de consumo en la mesa. Inodoro de porcelana (sin conexión). Un muchacho durmiendo en la habitación cubierta por plásticos. Objetos de cuidado personal.

Mario Condo bromeaba diciéndole a ‘Alex’ que debió haber sido ingeniero civil, que su departamento de dos pisos había quedado muy bien. Él respondía que sí, estaba bien, lo único malo era que las personas que vivían cerca se metían sin permiso.

La idea era «ganarse su confianza», había dicho Condo, antes de llegar ahí. Era uno de los expertos más antiguos de Habitantes de Calle. Había empezado en la alcaldía de Paco Moncayo, hace casi una década atrás.

Dentro de la «cambucha» (nombre con el que se conocen a las viviendas construidas por personas de la calle) la brisa hacía que el espacio permaneciera ventilado. En el segundo intento, el equipo había logrado sacar al chico que dormía en la habitación superior. Llevaba una gorra de visera azul y una chompa.

Él y su compañero estaban listos para ir al Centro a ducharse y a comer.

La ayuda de ‘Alex’ para convencer al otro joven había sido fundamental porque en lo que el equipo llamaba «abordaje», la persuasión en cadena funcionaba bien, aunque no era una norma.

Para seguir con el recorrido, el equipo se había separado. Eva Chancusig, de Habitantes de Calle, llevaba a ‘Alex’ y a su compañero al centro, mientras que los demás ingresábamos por los arcos de «El Palacio».

Habíamos llegado ahí después de bajar aproximadamente medio kilómetro desde la calle hasta el fondo. Donde los sonidos del río que le da nombre a la quebrada se escuchaban más fuertes. El piso de abajo de la construcción era húmedo, oscuro y estaba repleto de basura. Toda clase de desperdicios formaban una capa de varios centímetros. Ahí no había ninguna persona.

Para llegar al segundo piso, era necesario trepar hasta una ventana a más de un metro de altura y luego subir por un camino de lodo y plantas. Nos recibía a lo lejos con maullidos agudos un gato gris pequeñito. Dos cambuchas cubiertas totalmente con plástico negro ocupaban la losa de unos cinco metros cuadrados.

El primero en «abrir la puerta» fue ‘Nelson’. El equipo ya lo conocía, había ido varias veces al Centro. Se refregaba los ojos y bostezaba. Mientras se colocaba los zapatos y se ajustaba el pantalón contaba que era de la Perimetral en Guayaquil pero ya vivía muchos años en Quito. Cuidaba carros por turnos cerca del parque Cumandá.

«Brother, ¿estás bien?» Preguntaba Túquerres después de haber quitado el plástico que cubría la otra cambucha. Movía despacio al muchacho que estaba adentro y no reaccionaba. Marvin Velasco lo ayudaba a quitar los materiales que estaban alrededor. Él había estado ahí otras veces y conocía a algunas de las personas que habitaron esas mismas construcciones. Después diría que trabajar con la gente que habita en la calle había sido parte de su vida desde que tenía 19 años. En ese momento estaba en los 40 y sabía que también podía ser frustrante que alguien que había empezado a rehabilitarse en uno de los programas se diera por vencido y volviera a la calle.

Sobre ‘El Palacio’, nuevamente, se activaban los sentidos. Los detalles: una mesa con pipas de consumo, plásticos nuevos, baldes con agua sucia, olores a descomposición concentrados.

Por fin, después de unos minutos, el ‘Guayaco’ había salido. La ropa que llevaba puesto le quedaba al menos dos tallas más grande. Tenía una gorra roja por la que su cabello rizado caía hasta la quijada.

En silencio aceptó ir con el equipo. Tomó su mochila y empezó el recorrido hacia arriba. Unos minutos antes, ‘Nelson’ se había adelantado pero no estaba en el camino ni en la puerta de la calle Piedra por la que entramos. Se había ido. Era así, Túquerres, Condo y Velasco sabían que todo dependía de la voluntad de las personas y había la posibilidad de que «salieran corriendo».

Entonces, solo quedaba ‘David’.
Con el tiempo empezó a conversar. Comentaba que el gatito que estaba junto a su casa se lo habían regalado. Le puso de nombre Pantera. Decía que nunca conoció a sus padres, que huyó a los 4 años y nunca volvió a la Isla Limones (Guayas) donde nació. Que le gustaba la música, la salsa.

“Cada persona tiene una o dos historias diferentes. De lo que dicen, poco es cierto”, decía Paúl Túquerres, que en su experiencia había recorrido muchas zonas de Quito y había visto casos de mendicidad de adultos, niños, ancianos…

Decisiones
Es mediodía en el centro de Habitantes de Calle y la entrevista de ‘David’ con la trabajadora social ha terminado. Los siguientes días serán decisivos porque si de verdad toma la decisión de ingresar al proyecto Hogar de Vida 2 tendrá que olvidarse de todo, al menos por tres meses.

Las risas y voces de los niños que juegan fútbol en las canchas hacen que el lugar tenga un ambiente de escuela. Las áreas por las que pasaron las personas que llegaron ese día empiezan a quedarse vacías.

Los corredores del baño en el que ‘Alex’, ‘David’ y los demás tomaron una ducha y fueron evaluados permanecen en silencio. Es totalmente diferente a lo que se ve cuando llega alguien acompañado por los Habitantes de Calle quienes no se separan de ellos porque en ese momento volverán a agudizar sus sentidos para saber si esa persona ha sido abusada, es abusadora, tiene alguna enfermedad venérea.

“Todo se basa en conocimiento científico, sicológico, psiquiátrico”, dice Túquerres quien ahora que estamos en el Centro me explica con más detalle. Ahí dentro, todo se basa en poner reglas que quienes llegan de la calle deben aceptar.

La dinámica y los objetivos que tenían durante los abordajes cambian. Ahora la finalidad es que las personas conozcan las alternativas que tienen para cambiar su vida de alguna manera. Y, lo más importante, es lograr que acepten de manera voluntaria.

En la oficina, queda el mapa de la ciudad donde más tarde los equipos de Habitantes de Calle verán las rutas que les corresponden. Mónica Chávez conversa con los expertos que descansan después de la jornada de la mañana. Hablan de las estrategias que utilizarán para hallar un caso de presunta explotación infantil. Ellos han visto desfilar por esos pasillos a cientos de personas con historias distintas. “Con los años me he vuelto más dura”, dice Chávez.

Se despiden en la puerta ‘Alex’ y otras personas que llegaron ese día, prometen que volverán. Los equipos aguardan para los recorridos de la tarde siempre con el objetivo de abordar a más gente y, poder cambiar algo su vida. Quizá, no rehabilitarlos como la mayoría de gente piensa: que tengan un trabajo, una familia. Incluso, para algunos, la rehabilitación es “al menos tener una muerte digna”, finaliza Paúl Túquerres. (PCV)

Proyecto municipal
° El centro de Habitantes de Calle está ubicado en la calle Chimborazo S1-95 y 24 de Mayo. Ahí se receptan a diario, alrededor de 10 personas que habitan en la calle. Ahí se puede duchar, recibir ropa limpia e información sobre los proyectos a los que pueden acudir de acuerdo a sus necesidades.

Mendicidad en cifras

Según el Patronato San José:

° En la quebrada del Censo, en el Río Machángara, viven alrededor de 26 personas con experiencia de vida en calle.

° 19 hombres y 7 mujeres están allí.

° 22 de estas personas son ecuatorianas, 3 colombianas y 1 peruana.
° Tienen edades entre 23 y 40 años.

° La mayoría son consumidores crónicos de substancias, presentan enfermedades infectocontagiosas.

Notas relativas

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