Los secretos de un conductor de bus

Esfuerzo. José Puente trabaja desde hace 18 años como chofer de buses.
Esfuerzo. José Puente trabaja desde hace 18 años como chofer de buses.

Este trabajo conlleva mucho sacrificio, así como guarda varios secretos.

Alrededor de 2.000 buses transitan diariamente en Quito. Detrás de esa cifra, hay choferes que brindan el servicio. Cada uno de ellos esconde una historia distinta que, para los usuarios, pasa por desapercibida.

Manejar un bus requiere de sacrificio tanto mental y físico, como personal y familiar. Realizar decenas de viajes al día hace el tiempo se esfume y se vaya el control de sus manos.

Así lo expresa uno de los tantos conductores de la ciudad. Su nombre es José Puente. Un profesional del volante que labora en el bus desde hace 18 años. Él trabaja en una unidad de la operadora ‘Guadalajara’.

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buses conforman la compañía ‘Guadalajara’.Cuenta que su trabajo es agotador: “Se descansa mínimo unas cinco o cuatro horas”. Su jornada de trabajo empieza a las cuatro de la mañana y termina a las once de la noche. Es decir, alrededor de dieciocho horas sentado frete al volante.

Un tiempo que le gustaría estar con su esposa, Ruth, y sus tres hijos: Mateo, Noemí y Leonardo. Él admite que los ve “poco” diariamente. “Les saludo en la mañana y luego ya los encuentro dormidos”, comparte.

Por eso, Puente espera con ansias los fines de semana, días en los que duerme hasta tarde, por el cansancio del trabajo, pero que en la tarde pasa con su familia.

Retribución
“La economía no alcanza”, dice el conductor mientras conduce. La remuneración que recibe por sus largas jornadas de trabajo “no son acordes” al esfuerzo realizado. “Aquí nosotros ganamos por lo que hagamos en el día. Si nos va bien, ganamos; sino no”.

EL DATO
Tres rutas cubre la operadora: Pueblo Blanco–Parlamento, Oyacoto–Dinapen y Oyacoto – Eloy Alfaro.Cada día, el profesional del volante recorre la ruta que va desde Carapungo hasta el sector del Parque El Arbolito, cerca de la Asamblea Nacional. Un camino de alrededor 40 kilómetros que le toma dos horas y treinta minutos.
Además, el tiempo del chofer es limitado. Los desayunos, almuerzos o meriendas son temas que pasan desapercibidos en la mayor parte de ocasiones. “No hay tiempo para nada”, admite.

Al llegar al final de la parada, Puente tiene siete minutos para descansar. Un descanso que lo usa para limpiar el bus o comer algo. Si se demora en salir, hay una multa que debe pagar: habla de cinco dólares por cada minuto de retraso.

Luego de vivir 23 años en Quito, el oriundo de Santo Domingo explica que su sacrificio es por y para su familia. “Le pido a mi familia que me tenga paciencia porque todo lo que hago es por ellos. Por nadie más. Para que salgan adelante y no estén en el mismo padecimiento que uno”, concluye con una sonrisa de esperanza.