Un talento escondido bajo sombras

ESFUERZO. Todos los miércoles a las 06:00 Pablo y Xavier trotan en el parque de La Mujer.
ESFUERZO. Todos los miércoles a las 06:00 Pablo y Xavier trotan en el parque de La Mujer.

El mayor reto de Pablo Vargas es llegar a participar en los Juegos Paraolímpicos de Japón 2020.

Si yo puedo, yo quiero, yo lo hago” es la frase que Pablo Vargas repite con insistencia cuando cuenta su historia de vida.

Su sonrisa y la manera de gesticular cada palabra que forma parte del relato muestran el optimismo que Pablo tiene como filosofía de su día a día.

Él lleva guardado en su memoria las fechas exactas del año que marcó su vida. Fue un 2010, cuando en menos de seis meses una serie de asaltos le quitaron las imágenes que hoy, su mejor amigo, le describe cada que están juntos.

Primero, un golpe en el ojo derecho, producto de un asalto, provocó el desprendimiento de su retina. Luego de dos meses, en un secuestro express, le lanzaron gas en la cara, afectando parte de la operación que se había hecho para recuperar la visión completa del ojo. Finalmente, y luego de otros dos meses, Pablo fue víctima de un asalto con escopolamina.

“Esto pasó en julio y fue lo más fuerte. Luego de que me asaltaron, me botaron en media vía y yo, un poco mareado y con visión borrosa, intenté cruzar la calle y una camioneta me atropelló”, recuerda.

Luego de un descuido, a causa de la recuperación de este atraco, perdió el ojo derecho.

Contar su historia no es fácil para quien la escucha, pero para él, contarla significa inspirar.

Tenía apenas 24 años cuando tuvo que llenarse de fuerza para aceptar que no volvería a ver más. Su último recuerdo es de un 24 de diciembre del 2012, sentado en un portal con ‘Paolo’. Tenía un vaso de agua en la mano y le acababa de dar un abrazo de noche buena a su amigo.

“Me acosté a dormir y cuando desperté al siguiente día ya no veía nada”, cuenta Pablo con una voz de intriga. Parece imposible que esto pueda pasar, pero Pablo forma parte de dos de cada 10 personas que sufren de oftalmía simpática, una inflamación de la capa uveal provocada por una cirugía en el otro ojo.

Ese día, un 25 de diciembre, fue el primero y único en el que este joven de 32 años comenta haberse caído. Y no se refiere en el sentido literal, sino que hace una analogía.

Desde que perdió la visión, ha tropezado innumerables ocasiones, pero, aquel 25 de diciembre, quiso quitarse la vida.

Una pistola, veneno y lanzarse desde una terraza fueron las ideas que pasaron por su mente, pero hubo una que le ganó.

“Cuando era pequeño me electrocuté con cables de alta tensión y sobreviví. Parado en el filo de la terraza, pensé en aquel momento y me arrepentí”, cuenta.

Fue entonces cuando ‘Pablito’, como le conocen sus amigos, tuvo dos opciones: regresar a su tierra natal El Corazón, en la provincia de Cotopaxi y ‘ser uno más’ o entrar a una escuela para no videntes y ‘rehabilitarse’ para destacar.

“Escogí la segunda y en un mes ya podía hacer mis cosas solo”, agrega y también afirma que esos fueron momentos difíciles. Se caía, se golpeaba la cabeza, las piernas y los brazos. Pero Pablo aprendió y hoy, se prepara para el Paratriatlón del 20 de octubre en Salinas.

Percepciones

Es alto y de tez blanca. Suele usar unas gafas oscuras y, cuando alguien se acerca a conversar con él, se dirige con tanta exactitud a una persona que nadie imaginaría que se trata de alguien no vidente.

Es experto en reconocer individuos solo por la manera de caminar. Y es que, luego de 5 años de haber perdido la visión, los sentidos que Pablo Andrés desarrolló con perfección son el oído y el tacto.

“Mis manos son mis ojos y mis oídos son mi guía”, cuenta con una sonrisa pícara para después recordar que la lengua también es otra de sus fuertes percepciones.

Un guía de toda la vida

Xavier Gómez es amigo de infancia de Pablo. Ambos son de la misma provincia, Cotopaxi Juntan sus manos desde el jardín y esta vez, no es la excepción.

Una franja de tela negra con velcro, une sus manos todas las mañanas de los miércoles para salir a trotar.

Él es el guía de Pablo no solo por su visión, sino en todos los sentidos. Si antes pasaban juntos todo el tiempo, hoy más.

“Por la época en la que Pablo tuvo estos accidentes a mi madre también le detectaron cáncer y ellos dos peleaban la batalla juntos”, cuenta Xavier con la voz quebrada.

Afirma nunca olvidar una de las frases que su madre le dijo antes de morir: “tienes que cuidarle al Pablito”.

Y eso es lo que precisamente hace todos los días.

Hace un año nació la pasión de ambos por hacer deporte, trotar y ciclear. Y hacerlo juntos significó para Pablo poner el 200% de su confianza en su mejor amigo, según explica.

Pero no como una manera de competitividad, sino más bien como un ‘hobbie’. Otra afición que Pablito practica es la guitarra.

Retos

Fue ahí cuando nació el interés de este joven por los triatlones, y uno de sus primeros retos fue aprender a nadar.

Aunque tenía limitaciones que no le dejaban animarse por este tipo de competencias deportivas, él considera que todo está en la mente y que logró superar esos obstáculos.

Para esto, entró a un curso de natación y, luego de convertirse en un experto en el agua, se decidió por participar en la competencia de triatlón Ironman, organizado en Manta en julio pasado.

Aquí, Pablo Vargas no solo se destacó por competir como persona con discapacidad, sino por la manera en que lo hizo.

“En el Ironman somos todos contra todos y las personas con discapacidad somos una manchita entre todos ellos”

Disfrazado de Robin y acompañado por Batman, su guía, Pablo compitió durante 7 horas en las tres categorías: atletismo, natación y ciclismo.

“Decidimos hacer esto por la persona que fue mi guía en esa ocasión. Él solía disfrazarse de Batman y visitaba a niños con cáncer.

Era un héroe para ellos. Fue por eso que para esta competencia yo quise vestirme del mejor amigo de Batman, Robin”, cuenta.

Y así, Pablo Vargas consiguió su objetivo. Mientras corría, los gritos de los niños en las calles eran su mayor motivación. “¡Dale, Batman, dale, Robin!”, recuerda con emoción.

Hoy, este joven de 32 años, abogado e hincha del Barcelona, se prepara todos los días para otra de las muchas metas que se ha propuesto: el Ironman de Monterrey, en México, en mayo del 2019.

El paratriatlon de ‘Las Palmas’ en noviembre de este año es su objetivo a corto plazo así como también el próximo paratriatlón de octubre.

“El Javi es mi par de ojos. Confío en su guía y en él como persona al 100%. Nos apoyamos en todo y sé que nuestra gran amistad hará que hagamos grandes carreras juntos” (MFUC)

«No hacemos este deporte de manera competitiva, sino como una manera de divertirnos en equipo y como un ‘hobby’”

«Cuando aprendí a ser ‘no vidente’ empecé a convivir con iras, pero yo mismo me calmaba y pensaba en que tengo que estar tranquilo”

EL DATO

12,15% son personas con discapacidad visual en Quito del total de personas con discapacidad registradas.