La vida de las ‘monjitas carmelitas’, en un libro

El monasterio del Carmen Bajo, situado en el Casco Colonial, acoge entre sus gruesos y blancos muros obras de arte de hace más de tres siglos, testigos silenciosos de las oraciones de la orden de las Carmelitas, que llegó a Ecuador hace 350 años. Ubicado a unos 200 metros de la Plaza Grande, sus imponentes muros de piedra son el hogar de 12monjas, algunas de ellas risueñas, la menor de 18 años y la mayor de 103, aunque los rostros de muchas esconden su verdadera edad. “Es por el frío del
El monasterio del Carmen Bajo, situado en el Casco Colonial, acoge entre sus gruesos y blancos muros obras de arte de hace más de tres siglos, testigos silenciosos de las oraciones de la orden de las Carmelitas, que llegó a Ecuador hace 350 años. Ubicado a unos 200 metros de la Plaza Grande, sus imponentes muros de piedra son el hogar de 12monjas, algunas de ellas risueñas, la menor de 18 años y la mayor de 103, aunque los rostros de muchas esconden su verdadera edad. “Es por el frío del
Guardianas. Las 12 monjas carmelitas pasan su vida en los claustros de Los Naranjos y de la Magnolia. EFE
Guardianas. Las 12 monjas carmelitas pasan su vida en los claustros de Los Naranjos y de la Magnolia. EFE
Escena. Una de las habitaciones donde se conservan algunos de los tesoros del monasterio. EFE
Escena. Una de las habitaciones donde se conservan algunos de los tesoros del monasterio. EFE
Patrimonio. Una de las hermanas muestra la imagen original de la Virgen de Legarda. EFE
Patrimonio. Una de las hermanas muestra la imagen original de la Virgen de Legarda. EFE

El monasterio del Carmen Bajo, situado en el Casco Colonial, acoge entre sus gruesos y blancos muros obras de arte de hace más de tres siglos, testigos silenciosos de las oraciones de la orden de las Carmelitas, que llegó a Ecuador hace 350 años.

Ubicado a unos 200 metros de la Plaza Grande, sus imponentes muros de piedra son el hogar de 12monjas, algunas de ellas risueñas, la menor de 18 años y la mayor de 103, aunque los rostros de muchas esconden su verdadera edad.

“Es por el frío del lugar, que nos mantiene como en refrigeración”, suelta entre carcajadas la hermana Raquel de Santa Teresita y San José, de 59 años, estatura pequeña, gran sonrisa y piel tersa.

Es la encargada de las obras de arte de un monasterio en el que vive hace 41 años, y en cuya historia se recopila el libro ‘Desde las entrañas del Carmelo’, que se presentó ayer.

Su autor, el sacerdote colombiano Carlos León, quiere que “la gente vea la otra parte del ser humano, (..) alejada del ruido y los intereses materiales (..), que vea la interioridad a través del silencio, (..) que busque dentro de sí lo que trata de hallar fuera”, reflexiona sobre la espiritualidad carmelita.

Y es que entrar al monasterio es como pasar a otra dimensión: una de silencio y contemplación, que contrasta con el bullicio del Centro Histórico, donde viven más de 36.000 personas y otras miles realizan a diario actividades comerciales y turísticas.

“Oramos por los que están afuera, por el mundo. La oración es el centro de nuestra vida”, comenta la hermana Cecilia, de 36 años, y quien a los 17 se hizo misionera y a los 24 ingresó en el claustro.

El monasterio
Fundado originalmente en 1669 en Latacunga (Cotopaxi), el monasterio -realmente denominado “de la Santísima Trinidad”- fue trasladado a su actual ubicación tras un terremoto a finales del siglo XVII.

Se extiende sobre unos 5.400 metros cuadrados, y su disposición arquitectónica deja ver con claridad dos claustros de dos pisos: el de los Naranjos, por los frutales sembrados en su patio, y el de la Magnolia, que heredó su nombre de un árbol sembrado allí hace cien años.

El primero, de gruesos muros, se extiende alrededor de un patio rectangular y galerías de 30 arcos de medio punto sobre pilares cuadrados de piedra; en su planta más alta, columnas ochavadas de piedra.

El segundo, de planta rectangular ajardinada, consta de galerías de arcos de medio punto sobre columnas dóricas de piedra, mientras que en la planta superior resaltan los arcos de medio punto sobre columnas rectangulares de mampostería de ladrillo.

Sus reliquias
El verdadero tesoro del monasterio se encuentra en las habitaciones de este segundo claustro, que albergan pinturas sobre lienzo, esculturas en madera y de cera, y un espléndido belén con cientos de piezas que tuvieron guardadas durante siglos.

“Sólo en la sala del belén habrá unas 500 obras” y “muchísimas” más en todo el monasterio, dice la hermana Raquel.

Entre ellas está la pequeña imagen de una virgen del siglo XVIII que atribuye a Bernardo de Legarda, uno de los más importantes representantes de la Escuela Quiteña. Fue la que, aparentemente, inspiró la creación de la escultura de la virgen de 30 metros que se levanta desde 1975 en la cima de El Panecillo.

De todas las obras del monasterio, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) cataloga 365 como bienes patrimoniales, entre pinturas, esculturas, mobiliario y marquetería.

Un tesoro arquitectónico y artístico que contrasta con sus más modestas fachadas exteriores, de un metro de ancho y hasta veinte de alto. Culminadas por dos torres, un gran portón de madera laboriosamente tallado da entrada por la calle Olmedo a la Iglesia del Carmen Bajo, con un altar mayor de estilo barroco que se eleva hasta los 15 metros.